El progreso es una palabra muy manida en política y usada sin rubor por tiros y troyanos como un adorno necesario en el título y en el texto de los programas, pero sin definir realmente el progreso que predican.

Progresar es ir hacia adelante, avanzar, adelantarse y perfeccionarse según los significados que figuran en el diccionario de la RAE. Todos los partidos políticos españoles en liza para las elecciones generales del 10-N son etimológicamente progresistas en sus programas electorales, excepto Vox, que está empeñado en mirar hacia atrás y volver al pasado.

Pero el progresismo está casi siempre masivamente patrimonializado por los partidos de izquierda ya que están convencidos de que los partidos de centro y de derecha son retrógrados y regresivos por no ser de ellos, lo que es un error ampliamente aceptado socialmente. La diferenciación entre los bloques tradicionales en esta temática es doble. La primera consiste en cuál es la meta hacia donde cada partido quiere avanzar y la segunda, la manera de lograrlo.

Si la meta es mejorar el bienestar integral de todos los ciudadanos especialmente los más desfavorecidos, está no debería constituir una diferencia entre los bloques. Pero la meta real, autentica, puede ser diferente entre bloques. El de izquierdas tiene nominalmente más el objetivo de favorecer a los parados, a la clase trabajadora y a los ciudadanos desfavorecidos, pensionistas, desahuciados, indignados, etc., que se reunieron varios días acampados en la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2011. De ahí surgió el partido Podemos que no fue coherente con espíritu del movimiento al apoyar que sus líderes máximos no predicasen con el ejemplo al adquirir un casoplón en una zona residencial cercana a Madrid.

El ejemplo es la forma más bella y contundente de autoridad moral.

Pero también es progresar lo que pretenden los partidos de centro-derecha: crear empleo, unir y prestigiar a España, buscar una economía competitiva en el mundo global, reducir deudas, fomentar el ahorro familiar, favorecer la natalidad, reducir impuestos, etc. La meta es diferente pero tampoco tan contradictoria con la del otro bloque (por ejemplo, crear empleo implica que se garantizan más las pensiones; una mayor reputación económica implica una mayor inversión económica extranjera y, por tanto, crecimiento de puestos de trabajo, etc.).

Si los progresos de derecha e izquierda se materializan en coaliciones, se potenciarán mutuamente logrando efectos sinérgicos. Ojalá que a partir del 10-N se sepa renunciar a los protagonismos de poder para pactar a favor de todos los ciudadanos, beneficiarios de un progresismo integral.

* Profesor jubilado de la UCO