Se cumplen 50 años de la muerte en México de León Felipe, el gran poeta castellano que lideró la diáspora republicana en el exilio latinoamericano, y, en su tierra, le están dedicando estos días una exposición para que la gente le recuerde en algo más que en el poema «Como tú…» con voz y música de Paco Ibáñez. En el folleto donde se anuncia el evento, junto a una foto de León Felipe, aparece la pregunta que el poeta se hace en el poema Don Quijote es un poeta prometeico: ¿Quién soy yo?

En superficial lectura parece una demanda que León Felipe hace al visitante, casi una queja. ¿No sabes quién soy? Pero es la inquietante pregunta que solemos plantearnos en la soledad de las noches oscuras del alma, la pregunta ontológica por excelencia. León Felipe se responde definiendo su quehacer «poesía es el derecho del hombre/ a empujar una puerta,/ a encender una antorcha,/ a derribar un muro,/ a despertar al capataz con un trueno/ o una blasfemia». Es el profeta del Antiguo Testamento quien está hablando aquí. A veces él mismo se llama Jonás o Job y, como los profetas judaicos, se atribuye un mensaje que llevar a su pueblo. Es bien sabido que uno de los temas más repetidos en la escritura profética es la justicia social. O la justicia a secas. Y León Felipe escribe en 1942: «Ahora que la justicia vale menos que el orín de los perros, que tiene menos categoría que el estiércol». La justicia no es para él más que una risa, una paradoja monstruosa y en el oído de don Quijote solo suena el estribillo de «¡No hay justicia... No hay justicia... Ja... Ja... Ja»; y lo mismo que Jeremías advierte contra los que desvían al pueblo con sus mentiras (Jeremías 23:9), así León Felipe adopta el mismo tono en El poeta maldito, y proclama su desgarrada verdad: «La verdad es... que cuando Franco, el sapo Iscariote y ladrón, con su gran escuadrón de cardenales y banqueros, se atrevió a decir que la guerra de España era una cruzada religiosa y que Dios estaba con ellos... al poeta le entraron una irrefrenable ganas de blasfemar»... En fin, tal vez sea este el mejor momento para leer a León Felipe.

Cuando yo le leía, andaba también como exiliado a miles kilómetros de España y sus palabras eran como truenos y rayos y descargas de fusilería, Y cuando exclamaba «¡España es el hacha!» me estremecía y no quería volver Luego volví y, a veces, aún me encuentro a paisanos que me identifican y preguntan: «Pero, vamos a ver, ¿es que no me recuerdas, Ricardín? ¿Quién soy yo?». Entonces me viene a la mente la pregunta del poeta rebelde y prometeico y, hecho un lío, tartamudeó: «Tú... eres... pues...». «No lo sabes --me dice contrariado--. ¿No recuerdas a tus vecinos de la Judería? Soy Rafael...». «¡Ah, sí, Rafalín...!», y brotaron de mi mente una lista de añorados amigos de juventud. «Eso es. Te he reconocido por la foto en la prensa. Yo soy el mismo de siempre, del PPD (Partido Perolista Dominguero) --me aclara las siglas entre risas--. Y a ti te recuerdo jugando a los sansones en el portal de mi casa... ¡Y ahora de comentarista político!». «Soy guijarro humilde... Como tú...», le digo turbado. y nos abrazamos.

* Comentarista político