He dejado la universidad con mal sabor de boca por variados motivos. Uno de ellos es la «debilidad» mostrada por la institución en los procesos de selección tanto del profesorado (ver artículo en la sección de opinión de este Diario CORDOBA de 25-11-2019) como de los estudiantes, que se aborda aquí. Son los factores humanos, junto al PAS, que son directamente responsables de los indicadores de calidad más relevantes. Que a nadie le quede la menor duda.

Los procesos de selección de los estudiantes para su entrada a la universidad no garantizan mayoritariamente la idoneidad del estudiante para los estudios seleccionados, que están restringidos por su nota final de Selectividad. Una universidad que apuesta por el futuro debe romper esta dinámica engañosa de selección, porque conduce a aberraciones. Un estudiante con una nota altísima no significa que sea apto para los estudios de Medicina, pues estos requieren una vocación muy bien definida; si es inteligente se adaptará a lo largo de los años. En cambio, un estudiante con una vocación marcada hacia las Ciencias de la Salud no podrá matricularse por su nota de selectividad, lo que es una auténtica aberración.

El sistema actual de selección del alumnado solo tiene en cuenta su aptitud, pero se olvida de un aspecto esencial como la actitud, que no es evaluada ni por el forro. Los perfiles humanos de los estudiantes son olvidados sistemáticamente, lo que es un craso error. Si de mí dependiera, valoraría con mayor peso específico el componente vocacional y no las notas de un empollón posiblemente sin las mínimas habilidades personales.

Pero también debe reconocerse que son pocos los estudiantes que tienen una vocación definida. Algunos muestran tendencias poco firmes. Pero a la mayoría le preocupan o marcan otras cosas: poco esfuerzo para alcanzar el Grado, no desplazarse de su ciudad, costes de los estudios fuera de casa, profesiones que reportan más dinero o prestigio, presiones familiares, no separarse de los amigos/as, etc., todas ellas ajenas a su futuro perfil profesional. Así, el porcentaje de graduados que trabajan en otras profesiones ajenas al Grado es alarmante, lo que también está fomentado por el doloroso índice de paro existente.

Es penoso ver la lista de prioridades de los estudiantes al matricularse. Durante un tiempo, estudié los expedientes por curiosidad y observé que, por ejemplo, la primera opción era Química y la segunda Derecho, que había estudiantes de Química que su segunda opción fue Historia del Arte. Al menos, desconcertante.

En las universidades extrajeras de prestigio, el sistema de selección es muy diferente. A partir de una nota de «undergraduate» no excesivamente alta, los candidatos a entrar en una universidad específica, aplican exclusivamente para ella, con un argumentario que justifica su elección y los estudios. Si se pasa este control, que es duro en las universidades de prestigio, se pasa inmediatamente a una entrevista personal donde se evalúa por expertos la actitud (vocación) del candidato. Este proceso es más largo y caro respecto a nuestra Selectividad, pero es más garantista para seleccionar al alumnado con más capacidad de triunfar en la búsqueda de empleo y su promoción al salir de la Institución.

Nuestra Selectividad ha sufrido muchas modificaciones en la última década, consecuencia de un reconocimiento explícito de su debilidad a la hora de seleccionar adecuadamente al alumnado en las universidades españolas. La nueva Ley de Universidades que están «cocinando» el Ministerio y la Conferencia de Rectores debe reconocer esta debilidad del sistema y cambiar de una vez el sistema de selección del alumnado que desea entrar en la Universidad.

Podría haber una selectividad de mínimos que garantizase tanto un conocimiento genérico mínimo como la práctica de habilidades personales tales como idioma extranjero, hablar en público, trabajo en equipo, etc. Una vez superada esta primera prueba, el estudiante aplicaría a unos estudios específicos en una universidad determinada. La segunda prueba consistiría en una exposición (oral o escrita) de las razones que apoyan su solicitud, para terminar (tercera prueba) con una entrevista con un especialista y un miembro del claustro de profesores, que valorarían su aptitud y actitud. Este procedimiento es más caro que la actual Selectividad, pero aseguraría mucho más un proceso de selección justo y racional que elevaría el nivel de muchos grados que tienen matriculados a muchos estudiantes rechazados en su primera demanda por la nota. Es evidente que implantar un nuevo modelo afecta también a las Enseñanzas Secundarias, que deberán apostar por una formación diferente para preparar la entrada a los estudiantes a la universidad.

Esta propuesta de selección de estudiantes de nuevo ingreso supone la elevación del gasto de las universidades respecto al de la Selectividad, pero es una inversión inteligente y necesaria para elevar el nivel de calidad de las mismas. No cabe más frustración de un profesor cuando detecta en sus clases un desinterés generalizado de los estudiantes.

* Profesor jubilado de la UCO