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Los jueces españoles son independientes. Esto es importante y no viene de antiguo. En las Partidas de Alfonso X se establecía que los jueces debían ser leales y de buena fama, mansos y de buena palabra a los que vinieren ante ellos a juicio, y sobre todo, que «teman a Dios e a quien allí los pone», pues «si al señor hubieren miedo, recelarse han de hacer cosa por donde les venga mal de él». Al tomar posesión, juraban en primer lugar obedecer «todos los mandamientos que el rey les hiciere por palabra o por su carta». Denunciar al rey o a un señor, como comprenderán, era dificilillo. Así que la independencia judicial no es judicial, es de todos, porque los jueces no operan en el vacío y la decisión más nimia de un juzgado puede desequilibrar una vida en media línea de texto.

¿Por qué obedecemos a los jueces? El poder de dirimir un conflicto o imponer castigos viene de serie con la humanidad. Puede tenerlo el más viejo del lugar, el más fuerte, el más listo, el señor, el chamán. Hay siempre un reconocimiento a un núcleo medio mítico de legitimación. Este es el problema del gobierno con los jueces. En España, hoy, la legitimación viene del mérito y la capacidad. No de pegar carteles, no de babosear en convenciones, no de palmear, no del culebreo en reuniones, comisiones, conciliábulos y secciones de redacción de idearios. El Gobierno no está acostumbrado a operar con gente a la que no puede coartar, represaliar o quitarse de en medio discrecionalmente: con la facilidad con la que uno se carga a un ministro no puede ni inquietar a un juez de paz.

La solución a su problema de los jueces doblemente independientes, la va encontrando el Gobierno en el sistema de promoción. En esencia, se controla el Consejo General del Poder Judicial, y así al menos, si no a todos, sí se controla a los jueces que pueden juzgar al propio gobierno. Con esta finura, el TC dijo en 1986 que aunque la constitución dice expresamente lo contrario, el CGPJ no es expresión del autogobierno de los jueces, avalando que los consejeros los nombre el Gobierno en su totalidad. Como en las Partidas. Obviamente, las competencias del CGPJ escapan al político medio español. Quieren el CGPJ por mera voracidad, en abstracto, a ciegas y para cuando sirva, y por la paz mental de vulgarizar la independencia judicial. Esta reforma sí nos urge. Porque si los jueces se deben a señores, entonces vuelven a existir los señores, y los siervos.