Desde hace bastante tiempo nos está afectando en el continente europeo el grave problema del flujo migratorio. Por desgracia, es constante y frecuente soportar en nuestras costas el tráfico de pateras llenas de personas de pueblos africanos que, dada la extrema situación económica en sus lugares de origen, se ven obligados a trasladarse a Europa en busca de un mejor bienestar. Y mientras tanto, los europeos asistimos impotentes al drama como meros espectadores.

Lo más preocupante es que los que tienen que arreglar el conflicto, los regidores gobiernos de países desarrollados, divagan una y otra vez, sin una verdadera y eficaz solución. Continuamente se reúnen y le dan cantidad de vueltas al conflicto, sin una medida adecuada. Claro que, quizás no interese atajar el problema de una vez para siempre, al prevalecer más los intereses económicos del mal llamado «primer mundo».

Bajo mi modesta opinión, es relativamente fácil acabar con tal asunto en cuestión Este no se soluciona ni mucho menos como los gobiernos europeos piensan equivocadamente. La clave está en esos países de origen. Es decir, plantearse con detenimiento: ¿Por qué se ven obligados a abandonar tantas personas sus hogares? ¿No sería más idónea y sensata la negociación (dura y larga) e intervención de la Unión Europea y EEUU con los dirigentes de aquellos países, para obligarles a cambiar sus políticas míseras, inviertan en trabajo y riquezas en aquellas zonas, creando un auténtico bienestar, equiparable al nuestro? De esta forma, no había tanta desigualdad.