Lo siento. Siento comunicaros que lo que hagáis con nuestros cuerpos, con nuestros sentimientos, con nuestra autoestima, con nuestras carreras profesionales... lo que hagáis con nosotras no va a ser, nunca más, vuestra vida privada. La violencia machista, en tanto que estructural y sistémica, ya no puede considerarse parte de la privacidad de un señor, por más Plácido Domingo que sea. Cuando las feministas empezaron a decir que lo personal es político se referían precisamente a esto: a que lo que nos hagáis en vuestra vida privada es, a partir de ahora, parte de la comunidad. Que lo que nos ocurre a cada una de nosotras individualmente nos afecta como conjunto. De «Lo personal es político» a «Si tocan a una, nos tocan a todas» hay años de lucha, de conciencia, de empoderamiento, de crecimiento personal y colectivo. Y ahora resulta que tenemos voz, que se nos escucha.

Es lo que se ha conseguido: que la discriminación no sea un caso personal, no se trate como un caso aislado, aunque todavía haya quien quiera creer que así es. Sería así si no fuera, esto, una guerra, en que el agresor abusa de su poder, impone el silencio de unas y la complicidad de otros. Pero eso se ha acabado. Supongo que muchos están todavía perplejos del poder que pueden llegar a tener las víctimas, cuando algunos años más tarde toman conciencia, se reconocen entre ellas y deciden alzar la voz. Los que no quieren asumir que empieza el nuevo mundo, dirán que por qué ahora, o que entonces las cosas eran distintas. Las pondrán en duda, no se las creerán. Querrán ridiculizarlas, tacharlas de histéricas, de resentidas, de locas. La privacidad ya no va a servir. Vuestra vida privada no puede sostenerse en el abuso y la discriminación, y por eso ahora las leyes no escritas han cambiado y se están reformulando. Es normal que algunos estén asustados: han construido sus imperios gracias a los pactos de silencio. Pero a muchas ya no van a poder callarlas más.

* Escritora