E n estos días estamos asistiendo a una más que justificada protesta de los agricultores y ganaderos en la que se exponen argumentos y perspectivas de todo tipo, pero hay algo que se tiene muy poco en cuenta: la Salud y la relación que esta tiene con la Agricultura y la Ganadería como parte decisiva en la Alimentación y la Nutrición.

Cuando un ser humano nace, de forma inmediata necesita tres cosas para vivir: oxígeno que toma del aire mediante la respiración, agua necesaria en todos los procesos biológicos de nuestro organismo y alimentos que como combustible proporcionan la energía y los nutrientes necesarios para la vida. Estas tres cosas son imprescindibles para sobrevivir a lo largo de toda la existencia. El aire y el agua los conseguimos de forma relativamente pasiva de la naturaleza, pero la casi totalidad de los alimentos hay que producirlos.

Para llevar a cabo la producción e iniciar el paso a los consumidores, hay que empezar por todos los procesos complejos que se llevan a cabo en la agricultura y ganadería. Los humanos durante miles de generaciones desde épocas ancestrales, para alimentarnos, no hemos hecho otra cosa que dedicarnos las labores de la agricultura y la ganadería de forma exclusiva para proporcionarnos el subsidio diario, y esa ha sido nuestra única actividad.

En los últimos tiempos, contamos con la fortuna de que hay personas que lo hacen por nosotros y con ello nos aportan lo más imprescindible que necesitamos para vivir; los alimentos. Esto ha permitido a los humanos poder liberarse de esta obligación en el campo y en la ganadería, dedicarnos a otros menesteres y desarrollar otras actividades y profesiones.

Una persona en su vida consume unos 70.000 kilos (sí, 70 toneladas) de alimentos: ¿quién nos los proporciona?, ¿quiénes son el primer eslabón en la cadena alimentaria que hace que al llegar al mercado solo tengamos que «elegir»?; pues la respuesta es el colectivo de personas que vemos estos días protestando y peleando porque no se les considera y valora lo suficiente en su trabajo para que simplemente puedan subsistir modestamente de él. Gracias a la dedicación de los agricultores y ganaderos nuestro esfuerzo para alimentarnos solo consiste en mover un carrito, levantar un teléfono, etc., sin pararnos a pensar mucho sobre como aquello llega a nuestras manos.

Afortunadamente vivimos posiblemente en la mejor región del mundo en producción de alimentación sana y saludable. España y en concreto Andalucía son el Silicon Valley de la Nutrición, con la diferencia de que sin los productos informáticos de esta región norteamericana hemos vivido y podríamos vivir y sin los alimentos, no.

Esta variedad y calidad en los alimentos que nos rodea y con la que convivimos es posible que no nos haga valorar en su totalidad lo que tenemos al alcance de nuestra mano y que se producen a nuestro lado, y por unos céntimos de diferencia al ir a comprar hay quien se decanta por otros de otras latitudes, escasamente más baratos, pero que no tiene nada que ver con los nuestros en calidad, medios y garantía de producción. Debemos priorizar nuestros productos, los de nuestra tierra, pero no simplemente porque son de nuestro entorno, sino porque además son sin duda los mejores.

Haciendo un símil con el fútbol, al que llevo tanto tiempo dedicándome, nuestra «cantera» de alimentos es la mejor del mundo y los «jugadores» que salen de la misma hacen que nuestra tierra sea la Campeona del Mundo en Alimentación. ¿Qué hacemos fichando jugadores de otras latitudes para que jueguen el partido diario de nuestra alimentación, cuando tenemos a los mejores? Nuestros «jugadores-alimentos» son los fichajes más cotizados en todos los países, y sin embargo a veces preferimos los de fuera teniendo aquí a los mejores.

El dinero en la vida tiene tres caminos: o se «pierde», o se «gasta» o se «invierte». No cabe duda que cuando estamos comprando alimentos estamos realizando una inversión destinada a nuestra salud, nuestro futuro y el de nuestra familia. ¿Hay algo más importante que eso? En la vida se pueden valorar las cosas de muchas formas, pero hay una que no falla, lo que algo «vale» y lo que «cuesta». Cuando algo afecta a nuestra salud y supervivencia, lo vale «todo». Hay que valorar las cosas en función de la transcendencia que tienen y por parte de los consumidores, que somos todos, podemos hacer mucho por poner en valor el trabajo de las personas que contribuyen tanto a nuestra salud y calidad de vida. Los poderes públicos seguro que tienen mucho que hacer, pero los consumidores quizás posiblemente más.

* Especialista en Endocrinología y Nutrición. Catedrático de Nutrición Deportiva (UCAM)