Bastan ambos nombres para ser unidos por un proceso de recuerdos: el pueblo cordobés y el pintor de El Cañuelo, que con el tiempo pasó a ser de Alcaudete. Todos querían haberlo nacido. Bueno tenía que ser este señor, de entrada, para que todos quisieran entroncarlo como vecino. Povedano, el pintor, que hay que matizar, porque en Priego y en algunas de sus aldeas también se encuentra el apellido. Allí hay que señalarlo: Povedano, el pintor. Hubo médicos notables con talento y bondad, que se alargaron en sus hijos. Pintor y urbanista, que deja también su paso.

Y ha sido intencionadamente la aparición de pueblo y personaje. Me refiero al orden. Mucho dio el pueblo al pintor y, también, el pintor al pueblo. Quizá puro egoísmo para considerar todo y poder meterme, con su historia y geografía, y parte, como hijo aunque no sea notable. Pese a las mentirijillas en el origen real, que también serían con un «Tempranillo», el nombre de Priego adquirió más brillo, más ensueños, cuando junto a la brillante personalidad de don Antonio se ponía el de su nombre, como si dependiera de la Fuente del Rey, el Adarve o la Tiñosa la medida de su talento o su producción. Beneficios mutuos, diría yo. Inmediatos y a la larga: personaje y origen. Beneficios de eternidad, por lo que se acabaría matando; señales o signos que conviene mantener: Lozano Sidro, Álvarez Cubero. Santaella y alguno que se me pasa por olvido. Los otros Povedano, médicos o artista, de otra saga, tendrán más corta existencia, dependiendo de la memoria y la longevidad de los prieguenses.

El pintor Povedano vivió casi cien años produciendo y Priego lo acogió merecidamente para eternizarlo con una sala museo, vidrieras particulares, cuadros regios en su Ayuntamiento y numerosos retratos, que cuelgan en las paredes de representativos prieguenses y amigos.

Miguel Forcada, profesor y concejal, fue la persona más entusiasta para afirmar los lazos del artista con el pueblo. Fue el creador de la idea que se hizo realidad y ahí está para siempre. Y gracias a este, con algún político, artista o intelectual locales se establecieron los Cursillos del Paisaje y el crecimiento en entusiasmo y afición o vocación entre la gente del pueblo. Una actividad más de Forcada, que no desfallece en aportar trabajo y talento a sus paisanos.

Con anterioridad, en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, ya se colgaron obras de Povedano en nuestro pueblo, cuando necesitaba de estímulos y medios económicos para acabar de formarse como artista y como padre de familia. Yo era un niño y lo recuerdo. Una imagen difusa de aquella fábrica de sombreros, por la Huerta Palacio, que Antonio Povedano convertía en estudio y a donde mi padre y muchos acudían para posar. Bastantes prieguenses que confiaban en el pintor. Retratos al óleo y más a sanguina, que tienen gran valor, también sentimental, para los descendientes de aquellos modelos y amigos.

Amigos, toros, flamenco, paisajes... Demasiado extensas sus obras, sus vivencias y trabajos. Demasiado lo que podría contar de aquel hombre mayor, que alguna vez comparé con un buen olivo. Solo permitiré que se me escapen unas palabras de mi propia madre por aquella vez que acudió a una plaza de toros y se reía contándolo a nosotros, sus hijos: «El toro saltó la barrera y el pintor Povedano, en primera fila. ¡Teníais que haberlo visto, cómo corría aquel hombre!».

Tragedia, espectáculo, distracción o pasión. Nervios que escapaban con aspavientos y hasta risas. Evocación en los silencios y narración de la guitarra. Vino y «comejación». Pero mi madre reía relatando los apuros del maestro Povedano en el Coso de Las Canteras. Entonces era todo lo más para ellas.

* Profesor