En febrero de 1980, hace cuarenta años, escribí este pequeño artículo en el Boletín Palma. Reírse de un pueblo: Andalucía es un pueblo que está creando poco a poco su identidad cultural, mejor dicho, esta existe, demostrándola. Un pueblo con esperanzas en la tierra, en los hombres que la quieren, en la paz. Ha ondeado emocionada su bandera al viento, y entre verde y blanco paisaje de multitud enfervorecida clamó por sí y por España, su autonomía. Pero llegaron los de Madrid y nos prometieron esa futura autogestión. Y todos pedían al pueblo su confianza para una pronta realidad, y el pueblo fue a las urnas confiando en la Democracia. Pero de un pueblo nadie se ríe, a un pueblo hambriento y sediento de justicia, no se le engaña, a un pueblo que hizo una Constitución acorde con la historia que vivimos, debe dársele, dentro del marco constitucional, la vía más rápida para hundir los recelos en el pasado. A las presiones centralistas contestaremos con cautela y madurez, a las posturas totalitaristas con fe en la Democracia, y hoy como ayer diremos con Lorca: «Verde que te quiero verde».

Debo felicitar de todo corazón a Salvador Blanco, quien recibe el título de hijo predilecto de Palma del Río. En su caso han sido más de cuarenta años al servicio de la sociedad palmeña, cordobesa y andaluza. Y no tengo dudas que aún es joven para nuevos retos en las instituciones de nuestra comunidad. Igualmente son grandes y admirables todos los reconocidos este 28 de febrero, el personal del centro de diálisis Virgen de Belén, la investigadora Zaira Isabel González; la directora de conservación del patrimonio histórico artístico de la catedral de Sevilla, Ana Isabel Gamero; hijo adoptivo a Ramón Jubera, comprometido con la Educación de Adultos desde la Junta de Andalucía y al excelente pintor palmeño, hijo predilecto José Bejarano. Sin olvidar a Pepe Gómez, ejemplo de humanidad. Y hoy, como hace cuarenta años, me siento orgulloso de ser andaluz.

* Historiador