Llama poderosamente la atención el titulo del libro que acaba de publicar el prior de la comunidad benedictina del Monasterio de Silos, padre Moisés Salgado: El precio de la felicidad, completado en este subtitulo: «Para interpretar correctamente la partitura de la vida». Para mí, los libros de Moisés tienen siempre el encanto de sus dedicatorias, en las que el monje, más que su saber, me comunica una dirección, un camino, una meta, un horizonte. Son dedicatorias de un asceta, de un místico, pero sobre todo, de un hombre que ha elegido a Dios en su vida, sin olvidar los problemas del hombre de hoy, para inyectarle una espiritualidad nueva que alivie sus males y que le haga feliz. Porque esa es, a fin de cuentas, la gran cuestión: «Ser felices y saber cuál es el precio para conseguir la verdadera felicidad». No en vano, las inquietudes de este monje se centraron, desde sus primeros años de vida monástica en los temas de espiritualidad, pero en diálogo abierto con los problemas del hombre de hoy. Guardo siempre, paseando por la huerta del monasterio de Silos, mis encuentros anuales con este monje, que tanto sabe de «escuchas atentas», de «respuestas sonoras» y de «mensajes divinos y humanos». Este último libro suyo que ha escrito con la pasión de un enamorado de Dios, en el fondo, responde a una gran pregunta: «Felicidad, ¿dónde estás?». Y Moisés, con sencillez literaria y humildad monacal, nos ofrece las mejores respuestas. «La primera, que no podemos vivir engañados: la vida no es solo placeres, buenos ratos y paseos por la alameda, es también dolor y angustia, soledad y confusión. Todo forma parte de la vida». De ahí que Moisés contemple la vida como un proceso: «No eres un ‘yo’ siempre igual, sino que llegas a ser en un proceso que dura toda la vida. Estás inacabado, eres un proyecto, una búsqueda constante de ti mismo. La segunda respuesta la centra en la gran cuestión: «Cambiar o no cambiar». Debido a este continuo «estar haciéndose», la existencia es dinamismo, tendencia hacia algo que todavía no es, pero que tiende a ser, capacidades en espera de realización. La tercera respuesta la centra en unas hermosas palabras de Pablo VI: «En los designios de Dios cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación dada por Dios para una misión concreta». Como cuarta respuesta, Moisés nos habla del «crecimiento personal»: «Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe. Los fracasos parciales e inevitables de la vida no impiden la llegada a la meta». La última respuesta para alcanzar la felicidad, el monje la centra en el verdadero amor: «Solo Dios sacia el corazón humano». Moisés termina su libro con tres máximas estimulantes y preciosas: Primera, «no vayas tras las cosas exteriores: te podrías engañar. No vayas tras las riquezas, porque un día tienes que dejarlas. Segunda, «no siempre las personas más felices tienen lo mejor. No podrás ser feliz si no dejas escapar tus fracasos pasados y los dolores de tu corazón». Tercera, «cuando tú naciste, todos a tu alrededor sonreían, mientras tú llorabas. Vive tu vida de modo que cuando tú mueras, sonrías, mientras todos a tu alrededor lloren». Enhorabuena, querido monje, por este libro que lanzas a la rosa de los vientos desde Silos, con la brisa de vuestro ciprés, «como un surtidor de luces y de dones, de mensajes ardientes y de metas soñadas».

* Sacerdote y periodista