Los datos del paro registrado en julio son contradictorios. La temporada turística proporcionó una reducción del número de parados inscritos en España, pero se trata de la peor cifra desde 2002. Además, el PIB refleja una tendencia de la economía española al enfriamento a pesar de ser una de las que más crece en la zona euro. La industria y los servicios son los sectores menos dinámicos, mientras que la construcción tira con fuerza. Los sindicatos señalan el retraso en la formación de Gobierno como una de las causas de esa desaceleración o menor intensidad del crecimiento. Seguramente, la debilidad de la recuperación se ve empeorada por la inestabilidad política, en España, en Europa y en el mundo global.

Pero, el mismo día se conoció que la población ocupada batió un récord absoluto, alcanzando los 19,5 millones de ocupados. Un dato enormemente positivo, no solo para la coyuntura del momento, sino muy especialmente para resolver problemas estructurales como el de las pensiones. Otra cosa es determinar si la calidad de esa ocupación servirá para salir del déficit crónico que arrastra el sistema público de pensiones. Todos los datos van en la misma dirección. La economía global flaquea, el impacto de esa debilidad en España es limitado, pero se necesita un Gobierno que tome medidas inmediatamente y que tenga mayorías que permitan reformas estructurales.