El reciente neologismo posverdad se terminó definitivamente de acuñar en la consulta sobre el Brexit en el Reino Unido y la elección de Donald Trump en EEUU. Ha sido la «palabra del año 2017» en el prestigioso diccionario de Oxford (post-true). Actualmente es un término aceptado por la Real Academia Española (RAE). De forma simple puede definirse como una mentira emotiva y una pérdida de objetividad basada en hechos o datos verdaderos que son deliberadamente obviados. Es una deformación deliberada de la realidad con el fin de engañar y modelar la opinión pública y cambiar maliciosamente las actitudes sociales.

Los independentistas catalanes usan esta estrategia poco ética y maliciosa desde hace años y que es clave en el maldito procés: manipulación de la opinión pública para trasformar una falsedad en realidad. Todos los manuales independentistas que he leído introducen esta táctica como esencial para lograr la republica catalana. Lo penoso es que mucha gente se cree las mentiras disfrazadas de posverdades.

La «democracia» de los independentistas es solo un tipo de la misma que a ellos les sirve para sus propósitos. Venden como posverdad que saltarse la Constitución es legítimo porque lo aprobó el Parlament controlado por ellos. Carme Forcadell es directamente responsable de atentar contra la Constitución (6-7 de septiembre de 2017). El «front democratic» de Torrent es falso porque solo estaría formado por los partidarios de la republica separada de España. No saben que en la verdadera democracia participan todos.

El otro día me sorprendí a mí mismo en una tertulia de amigos llamando «exiliado» a Puigdemont, aunque sea un «fugado» de la Justicia española, que está entre las más garantistas de los países europeos. A fuerza de repetir la palabra «exilio» de forma machacona en periódicos, entrevistas, tertulias, al final la mentira impregna y se convierte en una realidad ficticia o posverdad.

A fuerza de repetir «presos políticos» por los independentistas, muchos tertulianos y periodistas de la radio y TV se les escapa esta denominación para definir la situación actual de Puigdemont, Junqueras, Turull, etc. En realidad son políticos presos por haber delinquido: han intentado quebrar el orden constitucional de un Estado de la UE, lo que es un delito muy grave, salvo en Bélgica, claro.

Es también una verdad muy extendida en Cataluña que todo el que no sea independentista es un fascista, franquista etc. Pero la mayoría de los que no comulgan con la republica catalana son ciudadanos y políticos respetables y constituyen una mayoría clara en Cataluña y fuera de ella. Algunos de ellos son catalanistas; como el que suscribe, fieles y entusiastas con la cultura catalana de la que se han apoderado ignominiosamente los independentistas.

El caso del Barça es un botón de muestra. Es incomprensible la actitud de la directiva que supone una falta de respeto a la mayoría de los socios. Los separatistas se apoderan y se atribuyen la representación del «poble català» y así pregonan una maliciosa posverdad. No representan más que el 35-40% del mismo. Han explotado los sentimientos y emociones legítimas de los catalanes para su propio beneficio, cuando son patrimonio universal. Por la vigente ley electoral, esta minoría se trasforma en mayoría en el Parlament, lo que es verdaderamente deprimente e inaceptable.

Atribuir solo la violencia al Estado represor es una mentira explotada reiteradamente. Ellos no consideran violencia, cerrar estaciones de AVE, cortar carreteras durante horas, atacar a las fuerzas seguridad, amenazar a jueces y fiscales, acosar a la policía, etc. Estamos pagando el error del Gobierno en el enfoque del referéndum del 1 de octubre. Se favoreció el victimismo tan explotado por los separatistas y se les proporcionó una mina de oro para explorar.

La manipulación separatista de la historia se trasforma en una posverdad lamentable. Así ponen todo el énfasis en el año 1714 como el momento en que Cataluña perdió sus privilegios y libertades políticas. Felipe V no suprimió la Generalitat sino el catalán Consell de Cent que fue creado en el siglo XIII y que de esta manera plasmó las disputas entre las oligarquías catalanas y la eterna tensión entre la ciudad de Barcelona y el resto de Cataluña, materializada ahora en Tabarnia, la movilización jocosa pero con un mensaje que es como arrojar acido a los separatistas pero de manera civilizada. El Nou Camp del Barça brama independencia en el minuto 17 del partido. Qué fácil es manipular a la opinión pública con estrategias de posverdad.

Las posverdades separan y las verdades unen. Este gran aserto es como el demonio para los separatistas, a los que la objetividad y la realidad son muy perniciosas para sus propósitos.

* Catedrático jubilado de la Universidad de Córdoba