Política y toros

Resulta evidente que una vez perdida por el PP, en la actual legislatura, de la Cámara Baja la mayoría absoluta del arco parlamentario, que compaginaba, y compagina, con el igualmente porcentaje alcanzado en el Cámara Alta, y tras nuevamente asegurarse la dirección del gobierno, después del dilatado pacto de investidura, aun en mayoría minoritaria, persiste, empecinado en la pusilanimidad, enarbolando en ristre la manida y recompuesta lanza rota del diálogo, en continuar soportando sumiso tanto el estrambótico proceso separatista (dizque económicamente) como a las diversas comparsas y a las primas donnas del secesionismo, unas ufanas y a la vista y otras camufladas, que aun en desorden alientan volver a desobedecer, como usualmente hacen, las resoluciones judiciales que afectan a los inconstitucionales ucases de las iniciativas rupturistas en los que la cúpula nacionalista radical se empeña, mientras cabalga a lomos de la consentida, tenaz y percherona impunidad, sabiéndose que está tratando con un gobierno débil y acomplejado que no tiene mucho interés en quemar energías para hacer que la ley se cumpla, o al menos lo aparenta, a la espera, como don Tancredo, que el embestidor problema conocido y astifino, de hondo calado, como es cierto e indudable, se acabe deteriorando motu propio hasta que al fin se mustie; algo que a tenor de lo ya experimentado no va a resultar posible, aunque el bragado y pesado morlaco finalice descornando en burladeros.