El periodista saudí disidente Jamal Khashoggi todavía no había cruzado fatídicamente el umbral del consulado de su país en Estambul, del que no saldría vivo, y en España arreciaba la polémica por la entrega a Riad de 400 bombas de precisión por la sospecha de que este material bélico fuera a utilizarse en la guerra que Arabia Saudí libra en Yemen, en la que se están produciendo horrores sobre la población civil a los que nadie parece poder poner freno. El contrato lo había firmado en el 2015 el Gobierno del Partido Popular que presidía Mariano Rajoy. El que preside el socialista Pedro Sánchez no vio ningún problema en la venta de dicho armamento a un país en guerra y con una forma de gobernar próxima al feudalismo, pese a que la ministra de Defensa, Margarita Robles, la había paralizado.

Ahora, cuando el asesinato del disidente ha escandalizado a medio mundo, el Ejecutivo español sigue considerando que más valen los contratos para la venta de armamento a aquel país que confrontar a un régimen que no supera ningún examen sobre valores y derechos fundamentales. En Alemania, Angela Merkel ha anunciado la suspensión de la exportación de armas mientras no se aclare lo sucedido con el periodista. Esta es la máxima medida adoptada --y muy meritoria dadas las reacciones de otros países--, aunque condicionada, entre los países occidentales. Londres y París han sido duros de palabra, pero no han llegado a adoptar un veto, aunque sea temporal, como ha hecho Berlín. Y en Madrid se fía a las explicaciones que pueda dar el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, para quienla defensa de los derechos humanos tampoco es una prioridad y que está jugando también su parte interesada en este drama regulando la distribución de la información que está en sus manos. De hecho, ayer ya trascendía que Turquía no desea enturbiar sus relaciones con Arabia Saudí.

Cuando se trata de venta de armas a regímenes totalitarios, autoritarios o escasamente democráticos, la pregunta que se plantea en el país fabricante es siempre la misma, si la industria armamentística es una industria estratégica. La respuesta afirmativa (siempre lo es, lo que no quiere decir que se ajuste a verdad), permite cerrar un ojo a las barbaridades cometidas por el comprador en aras a mantener unas empresas en funcionamiento y unos puestos de trabajo, y también unos contratos que nada tienen que ver con aquella industria como es, en el caso que nos ocupa, el AVE a La Meca. Sin embargo, no se puede ignorar el fundamento de las relaciones entre países que es el respeto de las normas y valores, unos parámetros inexistentes para Riad.