La vida, el mundo y los Estados Unidos de la gran America están polarizados. Todos estamos polarizados.

En la vida la gran división está entre los que te quieren -y te quieren bien- y los que no te quieren. El resto de categorías no dejan de ser subgrupos de la primera. Los que están contigo y los que pasan de ti, los que reconocen tus méritos y los que te envidian; los que te respetan y los que practican la crítica descarnada; los que te ayudan y los que escurren el bulto en cada jornada. Al final, están los que te quieren y los que no.

Este tres de noviembre no fue un día fácil, ni para mí, ni para el mundo. Todos estábamos y seguimos polarizados.

Mi polaridad es la irremediable consciencia entre el tiempo que he vivido y lo que me queda por vivir... por más que la ciencia avance, por más elixires que saquen. Un cumpleaños de verdades y mentiras, de sueños cumplidos y de las peores pesadillas, de fantasmas y joker. Y cuando llegas a casa al final del día encuentras que te esperan los que te quieren y unos lilium orientales con el olor que te da la calma y la seguridad en momentos tan inseguros. Nueva polaridad.

Y el mundo se llenó también de noticias polarizadas. Los libres del virus y los contagiados; los que están confinados y los que hacen como si nada; los que creen en el virus y los que lo niegan; los que creen que nos salvamos y los que afirman que nos hundiremos; los valientes inmunizados y los que tenemos miedo.

Y ese día tres se convirtió EEUU en el país más polarizado. El país de republicanos atípicos y demócratas soterrados; de Silicon Valley y el recuento de votos más obsoleto, anticuado y menos eficaz del planeta; de presidentes dignos y de los que ponen en entredicho el propio sistema.

Ahora se avecina la madre de todas las batallas jurídicas y para ello ya se buscan abogados por todos los estados que sostendrán discursos brutalmente polarizados. Cuando envío esta columna el resultado puede depender de un puñado de votos; un voto de más o uno de menos que polarizará todo un planeta entero. Biden ya ha batido el récord de mas votado pero esto no es el final, porque como en la vida no es el más votado, ni el mejor, ni siquiera el más limpio, el que llega.

Lo mejor está por llegar, pongan música en esa hora del día, esa hora en la que llegan las flores, o las espinas y bailen. Entre los que bailan y los que no, estoy sin duda entre los primeros y se me van los pies cuando oigo el nuevo anuncio de calcetines. Como KT Tunstall y su «suddenly I see» yo también de repente veo lo que quiero ser. Si, estoy polarizada.

* Abogada