Bueno, no sé qué esperábamos, porque aquí todo es previsible. Este país vuelve a ser previsible si es que alguna vez dejó de serlo. Y cuando hablo de este país hablo de sus instituciones, claro, porque el pueblo, la gente que dicen algunos, los contribuyentes como creo que los llamaba Manuel Vicent, o sea, los españoles, somos de lo más imprevisible. Como contaba Pérez-Reverte, cuando a su madre al inicio de la guerra la amenazaron por la calle unos milicianos por ir bien vestida, pero cuando ella le pidió protección al jefe para volver a casa por encontrarse sola, al imprevisible mataburgueses le brotó el espíritu caballeresco español, la hidalguía que todos llevamos dentro, y se portó como debía, incluso quitándose el sombrero si lo hubiera tenido. Pero las instituciones, ay, eso es otra cosa. Las instituciones son previsibles, el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Sobre todo este último, todos, pero lo que pasa es que hoy toca hablar de la sentencia. Previsible era la condena light a Urdangarin, previsibles el trato de favor a los separatistas en la cárcel que llaman el Gran Hotel. Previsible es que el Pujol, la Ferrusola y los Pujol Ferrusola sigan como si nada excepto uno del clan al que han metido solo un poquito en galeras. Conservo un recorte de este periódico del 16 de agosto que dice que la fortuna de los Pujol se estima en 290 millones amasados en cuatro décadas de prácticas corruptas. Y ahí siguen. Era previsible que a pesar de haber grabaciones en un restaurante que relacionan a una alguien y a un exalguien de la Justicia con el conocimiento de delitos de terceros respecto a información vaginal de importantes menoreros, ahí sigan. Y ahí siguen. Y era previsible que la sentencia contra los separatistas se quedara en una cosa mediana, y así ha sido. Mucho larala durante el juicio con llamadas al orden contundentes y casi bordes, y poco lerele a la hora de deponer. Y es que, señorías de las instituciones, nos tenéis hartos. Como es lógico, las sentencias se respetan, no queda otra, pero existe el derecho a criticarlas, a mostrarse en desacuerdo, cosa que no harán los políticos. Cómplices.

* Escritor