El proyecto político de Podemos no deja de sorprendernos. Su comportamiento camaleónico puede que tenga relación con su origen en un movimiento social espontáneo y su transformación en partido político. Sin embargo, ya incorporado al sistema como un partido más, ha ido recomponiéndose y mutando pero sin acabar de configurarse con claridad a los ojos de los votantes. Resulta absolutamente revelador el comentario de Carolina Bescansa tras la última purga en el partido: «A mí me gustaría un Podemos que hablase más de España y a los españoles, y no solamente a los independentistas». Algo más que cierto, porque parece que estas últimas semanas Podemos no está explicando un proyecto para España sino que solo habla para los independentistas catalanes.

Podemos ha intentado ocupar todo el espacio del PSOE desde su izquierda dando por hecho que todo lo que hay a la izquierda del Partido Popular es un conglomerado de ciudadanos que reniegan de España, asimilando y confundiendo lo español con los fachas, corruptos, súbditos de un monarca y con cualquier otro tipo de descalificación imaginable. Su proyecto para España es la destrucción: «O es plurinacional o España no será».

Es lamentable que entre todas las fuerzas de ámbito nacional no haya consenso en algo tan básico como que todos somos españoles con el derecho a estar cubiertos bajo el paraguas de la Constitución y el deber de respetarla por principio. Los españoles no merecemos este sinvivir, este desasosiego de no saber lo que somos, cómo llamarnos, qué bandera saludar o qué himno entonar. La opción de Podemos es negar todo lo que podría unirnos poniendo el énfasis en un concepto de libertad teórica y sin límites. Sería más sencillo plantearlo de otra manera más integradora: en mi constitución y en mi bandera, que son también tu constitución y tu bandera, puedo y debo acomodar mis ideas y también tú puedes hacer lo mismo con las tuyas. Esa es la manera de integrar la pluralidad. Para integrarse debe estar antes la voluntad de integrarse y definido el espacio para la integración. Si se deja rienda suelta a la disgregación, esto nos llevará a los reinos de taifas, al caos y al más absoluto desastre.

Pablo Iglesias parece no tener claro lo que significa «podemos». Poder tiene varias acepciones. A saber: I) existir la probabilidad de algo; II) tener la capacidad para algo; III) tener la autorización para algo. Probabilidad, capacidad o autorización. Tres acepciones perfectamente claras y distinguibles. Un ciudadano podría plantearse transformar su país, puede tener la capacidad para transformarlo, o puede tener la autorización para hacerlo.

En un país libre y democrático, cualquier ciudadano puede soñar, luchar, algunos pueden tener la capacidad de influir hasta llegar a transformar, pero eso no es suficiente. En un país libre y, sobre todo democrático, hace falta mirar alrededor y saber dónde está uno, no como un individuo aislado, sino en un grupo. No todo lo que uno quiere como individuo puede materializarse como grupo. Con una obviedad como ésta no puede haber lugar a dudas. Las visiones revolucionarias nunca podrán ser democráticas. Siempre se impondrá la visión del más fuerte.

Podemos debe encontrar la manera de encajar su proyecto en el sistema político definido por nuestra constitución antes de pretender cambiarla. Debe aprender a reconocerse como un partido español, si es que de verdad quiere dirigirse a todos los españoles. Eso es algo que sí se puede, y se debe, hacer. Y debe hacerlo rápido si no quiere quedarse fuera de juego. Con la crisis catalana, muchísimos españoles estamos descubriendo y reconociendo lo que somos.

* Profesor de la UCO