La autonomía andaluza celebra mañana una fecha señalada, sus primeros cuarenta años de vida. Y a falta de actos políticos e institucionales que la destaquen más allá de la entrega anual de medallas y banderas -tampoco está el patio hispano para hurgar en más heridas nacionalistas, aunque la nuestra siempre haya sido de carácter leve-, sí que habrá, por lo menos en Córdoba, un amplio programa cultural para conmemorar la efeméride.

El colofón lo pondrá en Medina Azahara el grupo musical que desde hace otras cuatro décadas -y ya es coincidencia- pasea por el mundo el nombre de la ciudad califal. La veterana banda, tan joven de espíritu y acordes como cuando se ganó a pulso un sitio de privilegio en el rock del Sur, dará vida a ese tándem homónimo y perfecto con un concierto gratuito en dos pases. Pero no corran para conseguir invitación porque a estas horas las entradas estarán más que repartidas. Algo, por cierto, que viene sucediendo no solo cuando se trata de un espectáculo único como la fusión de las dos Medinas Azaharas sino con ofertas de todo tipo, unas más sugestivas que otras. Parece que por fin la cultura despierta el interés de los cordobeses, hasta no hace mucho apáticos y desdeñosos con todo y con todos. Otras propuestas para este 28F van desde talleres familiares en el C3A y el Museo Arqueológico a rutas por el casco histórico -el deporte de moda en la ciudad-, cine en la Filmoteca y visitas guiadas, incluida una extraordinaria al castillo de Belalcázar, que suscita una unánime curiosidad tras su reciente restauración. Pero hay muchos más alicientes culturales para entretener el ocio en el puente del Día de Andalucía; por ejemplo, exposiciones para todos los gustos. La lista es prolija, así que cito solo algunas de las más sobresalientes: la que en Cajasol relata con fotos la historia de la Real Academia Española y de quienes se han sentado en sus sillones, un deleite para los amantes de las letras; la dedicada al desaparecido Fray Ricardo en el Museo de la Trinidad, un suculento aperitivo de Semana Santa para los que gusten del tema cofrade, y el homenaje que la Diputación tributa a la memoria de Tomás Egea a través de la faceta que más le gustaba, la de dibujante.

Dos años después de su muerte a los 84, los cómics de aquel artista todoterreno que huía de cenáculos y autobombo regalan la misma frescura, humor e ironía fina que cuando los pintó. Algunos de ellos sirvieron para iluminar los artículos costumbristas de su inseparable amigo Carmelo Casaño, otros ilustraron un irrepetible almanaque de la provincia -con las señas de identidad de cada pueblo en su estilo chistoso y muy documentado- que en 2003 se sacó de la manga Casaño siendo Defensor del Pueblo. Pero hay muchos más trabajos que artista y escritor crearon a medias, algunos de los cuales, en su vertiente gráfica, pueden verse en la muestra, quizá escasa para lo que el talento de Egea se merece. De ambos salieron obras como la historia de Bodegas Campos, puro goce para los sentidos, y encargos de la institución provincial sobre democracia y participación, la Constitución del 78 o el Estatuto de Autonomía de Andalucía. No puede ser más oportuna la exposición.