Según las estimaciones de los expertos, España es el país europeo que alcanza una mayor valoración en el contenido del borrador de los planes nacionales integrados de Energía y Clima que deberán presentarse ante la Unión Europea a finales de año. Tanto por la voluntad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como por el impulso a las energías renovables, la apuesta de la Administración socialista, sin lanzar las campanas al vuelo, denota un cambio de actitud respecto del PP. Nos hallamos ante una emergencia climática indiscutible pero aún discutida por quienes se oponen a la descarbonización o no activan las medidas urgentes contra el calentamiento global. A ello se suma la dimensión catastrófica de otra emergencia, la biológica. El demoledor estudio de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas, encargado por la ONU, nos habla de la veloz pérdida de la biodiversidad en el planeta y de la inminente desaparición de un millón de especies animales y vegetales. La contaminación y el uso de fertilizantes y pesticidas, la desforestación y la disminución de los espacios naturales aceleran el deterioro de las redes ecológicas interconectadas, de tal manera que está cercano el impacto en el ser humano. Estamos a tiempo de reconducir la situación, pero la conjunción de ambas emergencias no permite a la humanidad ni un segundo de relajación.