La campaña iniciada por asociaciones privadas y colegios profesionales, avalada en su día por centenares de expertos en una carta dirigida a la ministra de Sanidad contra las pseudociencias y las pseudoterapias, se fijó como objetivo luchar contra la llamada medicina alternativa, no solo aquella que como máximo era inocua para la salud, sino contra todo tipo de charlatanería que intentara sustituir a la medicina tradicional por supuestos tratamientos curativos que pueden derivar en tragedia. Las pseudoterapias presentan rasgos comunes (una salvación milagrosa con remedios sin evidencia científica, obviando la terapia consolidada y testada) y se hallan tanto en hospitales y farmacias como en centros de dudosa credibilidad o en webs y vídeos que infunden esperanzas sin base alguna. Después de declaraciones en contra de estos métodos (combatidos a título individual por ministros como Pedro Duque), el Gobierno por fin ha aprobado un plan que prevé su definitiva exclusión de los centros sanitarios, un mayor énfasis en las facultades de Medicina sobre sus efectos, la lucha contra estudios universitarios que les den cobijo y un llamamiento a los medios de comunicación para que no den cancha a los gurús, además de una campaña de información a la población y la prohibición de la publicidad engañosa. En el punto de mira también están homeopatía y acupuntura, con el fin de que solo se avalen terapias comprobadas.