N o hay nada como la política para, sobre todo la que poltiquea con la charanga de los clichés, intentar desvirtuar lo que más nos incumbe a los ciudadanos como es la justicia, la razón y la lógica. Que si extrema derecha; que si extrema izquierda; que si «las derechas»; que si el populismo... Todo es un juego de artificio para adoctrinar a nuestro subconsciente colectivo. Por ello conviene quitar la grasa partidista al bistec y tratar de mirar la realidad, sobre todo la que afecta a las partes más sensibles de nuestras vidas como son nuestros niños y niñas. Nadie se echa las manos a la cabeza cuando nuestros peques van de excursión y el colegio nos pide una autorización; o en ciertas ocasiones nos solicitan permiso para que se les grabe por algún tipo de medio audio visual. Esto lo vemos normal todos. Pero sin embargo, hay talleres que tratan sobre educación afectivo sexual que son los que parecen centrar el debate. Pero no que se traten de quitar o poner los talleres. No. Que bien creados y desarrollados podría sumar en la educación integral de los pequeños. Sino que el contenido de dichos talleres es lo que causa la polémica. Son talleres para niños de 8 años que según algunos pedagogos con experiencia son demasiado «potentes» para unas criaturas que aún no tienen la identidad sexual formada. Está claro que los hijos no son propiedad ni de los padres ni del Estado, pero sí de ambos la responsabilidad de su educación y formación integral. Por tanto los padres y madres tienen algo que decir. Y si existe un efecto polémico está claro que existe su causa. Y esa causa y sus contenidos las han de conocer los padres antes de que sus hijos formen parte ella. Si está usted dispuesto, mi querido lector/a y me lo permite con todos mis respetos póngase la mano en el pecho y dígame si antes de meter a su nieto o su hijo en unos de esos talleres no le gustaría saber de qué van a hablar y que titulación como mínimo tiene la persona que lo imparte.

* Mediador y coach