La perversión de la palabra; mentir con los hechos lo que se sermonea con palabras camufladas en verdades; auparse al escuálido jamelgo de don Quijote para hablar desde su altura de ideal, pero montar el asno del orondo Sancho para solo entender del interés más violento y egoísta. La descarnada destrucción de la palabra, hasta inocularla muerta y así matar las almas. La mentira de insuflar vida con la simiente sin germen. Y otra campaña electoral, y otro asesinato de otra mujer, y otro enfermo que se muere, y otro joven inculto. Hablar como Pinocho, lengua de madera movida por los hilos de quienes de verdad son el poder. Destrozar al bueno de Geppetto, al fiel Pepito Grillo, a la inocente hada. Reírse para dentro de los crédulos que llevan la inocencia, de los que prenden cada día la luz de la esperanza. Enmascararse en la misma hipocresía que se aparenta combatir, hasta convertir la voz, el rostro, la mirada en la tiniebla del infierno. Fingir fulgor con lo que es hielo; fingir enardecerse con ecos de vacío. Razonar como fosa, que imita llorar, reír, amar sin inmutarse ante la mendacidad. Y regresar cada noche a ver siempre en los espejos la imagen del dios creado por sí mismo, que bebe sangre humana como si fuese el vino más caro de una orgía. Aprovechar muertos, ruinas, cataclismos para ponerse a la cabeza de la manifestación. Prometer mientras se acalla la falsedad de tanto prometido. Creer solo en el poder que ahoga la inocencia, ser su lacayo, vivir para cuidarlo. Aparentar ser lo que es no ser. Apropiarse de las palabras y la herencia de los buenos que murieron, para convertirlas en sombras del dinero y su detritus. Y nosotros, el pueblo, preferir cerrar los ojos y sólo oír, oír lo que quisiésemos oír, y olvidarnos de tantas veces cómo somos engañados, violados, corrompidos en nuestra dignidad. Sí; nuestro olvido es el poder de esa muerte en la perversión de la palabra; el peor atentado que cada ser humano pueda cometer contra la vida. Pero no nos engañemos, porque es muy burda la mentira de quienes se apoderan de la verdad y de la libertad. «Por sus obras los conoceréis», y una voz grita en el desierto, y una luz brilla en la tiniebla, pues la violencia cometida con la palabra es un oscuro monstruo que acaba devorándose a sí mismo.

* Escritor