Venimos observando que las alteraciones provocadas en nuestra sociedad por la pandemia covid-19 suponen un punto de reflexión, inflexión y posicionamiento sin retorno ante el curso político y social de la nueva década. No podremos ser indiferentes a los servicios públicos, aún más, nadie consentirá una erosión de los mismos. Hemos oído que el mundo cambiará después de esta grave enfermedad. No todo el mundo cambiará, puede que algunos traten de asegurarse posiciones cómodas y se atrincheren en privilegios de posición social o institucional.

Ahora más que nunca hay que reforzar la sanidad y la educación pública, derechos fundamentales de un estado de derecho y social. Si hubo un ataque directo a estos dos pilares o titubeos en las fuerzas progresistas, toca reafirmar e invertir en la salud de todos y en la educación y formación de hombres y mujeres libres, no vinculada a grupos de intereses elitistas y excluyentes.

Reforzar la educación presencial, la gratuidad de la enseñanza, un sistema de becas meritorio, una apuesta decidida para que los que menos tienen accedan a recursos claves para su progreso personal y el de toda la sociedad. Peligran seriamente avances y conquistas de las últimas décadas. Una crisis social puede conducir a una crisis de identificación con la democracia dando tribuna a extremismos y odios desaforados. Federico García Lorca reescribe hoy su Poeta en Nueva York en medio de una crisis del capitalismo salvaje para reivindicar no solo la libertad individual, también la del conjunto de los pueblos que tendrán en días que ir trazando hacia dónde quieren construir: o en egoísmo verticales o en sociedades de relaciones horizontales. Recuerden, educación, cultura, sanidad, deportes... para todos. Crear equidad comienza con políticas de acciones positivas que antes se decía discriminaciones positivas, es decir, trabajar por la transversalidad en la igualdad.