El conocido Padre Ángel, presidente de la Fundación Mensajeros de la Paz, ha lanzado un mensaje de concienciación sobre la importancia de cuidar a nuestros mayores, más aún durante la pandemia ya que la emergencia sanitaria provocada por la covid-19 ha afectado de lleno a los ancianos, golpeando a las residencias. Por ello, considera que hay «que hacer un esfuerzo para frenar esta sangría»; «al menos la pandemia tendría que servir para invertir la tendencia que hemos tenido de tenerlos olvidados. Ahora hay que darles el protagonismo que han merecido siempre», y no excluirlos de las atenciones personales y materiales, por cuestiones económicas, lo que sería totalmente inmoral. Y es que el dilema está en saber si lo primero es la vida o lo primero es la economía basada en el desequilibrio que existe entre ricos y pobres. El criterio determinante, me parece, es que nunca se pueden equiparar el fin y los medios. El mantenimiento de la vida es el fin,y las formas de organizar y gestionar la economía es el medio, para dar vida, proteger la vida, mejorar la vida. El problema está planteado: ¿Lo más urgente es proteger y salvar a los mayores? ¿O lo que más urge es sacar adelante la economía? Cualquiera entiende que es apremiante optar por lo uno o por lo otro, porque ambas cosas a la vez no va a ser fácil sacarlas adelante. ¿Qué hacer entonces? Que estamos ante una situación de enorme importancia, nadie lo duda, y que, en este asunto, abundan más los que no saben qué hacer. ¿Qué es lo más apremiante?. Ante esta pregunta, ¿cuál debe ser nuestra respuesta? Cuando la economía se organiza de manera que para lo que sirve es para que unos pocos acumulen la riqueza a costa del trabajo y el sufrimiento de los demás, eso es utilizar la economía para causar dolor y muerte.

El coronavirus ha venido a decirnos que es una espantosa desgracia, pero es más desgracia todavía la inhumana economía que manda en nuestro mundo. En la famosa novela La Peste, el autor Camus confiesa al final haberla escrito para dar testimonio de que «en el hombre hay más cosas dignas de admiración escondidas, que de indiferencia o frialdad en la superficie». Por último, decir que en todo nuestro mundo no solo están creciendo las desigualdades materiales, sino que crecen igualmente las desigualdades de acceso a los derechos humanos (y eso que todas las Declaraciones comienzan con un sonoro «todos los humanos tienen derecho...»). Con lo cual estos quedan infectados de un virus que puede acabar con ellos.

* Licenciado en Ciencias Religiosas