Coincidiendo con la marcha de los Reyes (los Magos a Oriente y los de España previsiblemente al exilio), el otrora insomne Pedro Sánchez se ha citado en el Palacio de la Zarzuela con sus nuevos amigos a fin de escenificar la consumación de la farsa. El pistoletazo (esperemos que solo al aire) de salida del nuevo ejecutivo social-comunista principiará con las tres mentiras de Pedro. Con sus característicos andares de vaquero, se acercará a una mesa sobre la que descansa un libro cuyo título vagamente recuerda y, con ademán impasible, prometerá (nunca jurar, ¡por Dios!) el cargo conteniendo la risa al leer: «Por mi conciencia y honor ( primera mentira), prometo lealtad al Rey (segunda) y guardar y hacer guardar la Constitución (tercera)». Al fondo de la sala, Pablo Iglesias tarareará entre sus ya saneados dientes «vamos a contar mentiras, tralará».

España ya no está en almoneda; ha sido adjudicada a sus verdugos. Independentistas, anarquistas, bolvechiques, comunistas, etarras y filoetarras, marxistas, trotskistas, presidiarios, castristas, burgueses podemitas, leninistas, y hasta un turolense que sueña con ver su ciudad convertida en puerto de mar, son los encargados de partir, echar a suertes y repartirse España.

Aún no han cambiado su pose proletaria por el coche oficial y ya estremece oírles hablar acerca de sus intenciones. Nuevos impuestos, subida de otros, libertad de presos, acoso y derribo de la religión católica y la enseñanza concertada, intervencionismo judicial, adoctrinamiento escolar, referéndum por la independencia de Cataluña, menoscabo de la libertad de prensa, quiebra de la igualdad entre regiones, ninguneo a la Guardia Civil... ¿Es esto lo que votamos los españoles?

Entre los nubarrones que se ciernen sobre el futuro de España, el optimista de mi amigo Manolo ve un rayo de esperanza, y quizá no le falte razón. Arguye que todas las promesas que Pedro Sánchez ha hecho a van a ser incumplidas... como hasta ahora. «Con Bildu nunca vamos a pactar»; «no dormiría por la noche con un gobierno de coalición con Podemos»; «mis votantes dicen con Iglesias a ningún lado»; «¿dónde estaría España con un gobierno de Podemos?»; «no voy a permitir que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas»; «quiero incorporar al Código Penal el delito por la celebración de referéndum ilegal»; «nunca pactaré con el populismo porque su final es la Venezuela de Chávez, la pobreza» o «Torra es el Le Pen de la política española» son algunas de las falacias de Sánchez que nos permiten albergar la esperanza de que, como su palabra nada vale, todo no está perdido.

La historia de España está salpicada de hombres y mujeres cuyo reinado se describía asociando un apodo a su nombre. Alfonso el Sabio; Juana la Loca; Jaime el Conquistador, o Carlos el Hechizado. Dado que «felón» ya fue atribuido a Fernando VII, demos la bienvenida a Pedro el Perjuro.

* Abogado