Quedaron atrás las promesas electorales tras las elecciones generales, autonómicas y locales. Ahora se inician los cabildeos, los consensos, sin que falten los postureos tan estrafalarios como ese palabro. Todos miramos a los políticos a la vez que opinamos sobre lo que debían hacer. Pero como muy bien ha escrito mi amigo Víctor de la Serna, ante esta situación tan compleja, «crece la responsabilidad de nuestro periodismo político (...) para deshacer una maraña que puede dificultar mucho la comprensión de lo que está sucediendo». Se refiere al periodismo impreso porque el audiovisual, de cierta cadena, enmaraña más aún la maraña. Cuando veo en la pantalla cuatro imágenes diferentes a la vez, con personas que «hablan» mudas como el cine de Charlot de los años 20, pienso en el analfabetismo televisivo de sus promotores. A no ser que con ese sistema pretendan irresponsablemente contribuir a la maraña informativa. Lo grave es que la gran audiencia que se «desinforma» con ese antiperiodismo audiovisual, ya está maleducada para confundir el trigo con la paja. Oímos a cada momento, y no solo en la televisión, «Gobierno de progreso» cuando es precisamente lo contrario, retrogrado antiprogreso. Se critica el bipartidismo precisamente ahora cuando resulta tan complicado el consenso entre partidos antisistema y partidos tradicionales. Conozco naturalmente las alabanzas al multipartidismo por aquello de que es más representativo. Pero conozco también a lo que da lugar: gobiernos efímeros o programas que nadie hemos votado. El verdadero progreso no es precisamente el chantaje postelectoral.

* Periodista