José Carlos Gómez Magán, diecisiete años menor que yo; pasaba los 50 si llegar a 60. ¡Que lástima!

No puedo ni procede redactar aquí una biografía exhaustiva de este personaje, lo haré someramente pero para mí, que tenía poderes ocultos o dotes propias de los genios: magnífico dibujante, pintor, diseñador y maquetista. Excelente persona.

Siendo un chavalín, en los días en que éramos vecinos, tomó una caja grande de plástico rígido y con alambres finos acerados, muellecitos y tornillitos de las herramientas de su padre, montó una especie de guitarra en un rato, como media hora; rasgueó en las cuerdas y se entendía lo que tocaba.

Antes de ir a la mili, aún no tenía carnet de conducir, ganó un concurso de relatos, con más de 2.000 participantes, bajo el título genérico para todos de Mi Ciudad. Tuvo la genial ocurrencia de presentar a Medina Azahara en ruinas, con fotos y la reconstrucción del monumento tal como era cuando su esplendor.

Un buen día le traje de Madrid una postal del Guernica; tomó la postal, se descolgó por la muralla que se ve al fondo de la calle S. Fernando (nombre popular c/ Feria), al otro lado del Guadalquivir, por donde cayó al río un autobús y dibujó el cuadro a tamaño natural. Allí permaneció el hermoso grafiti hasta que el tiempo lo borró; sin que nadie de la cuna de la cultura y la sabiduría, dijese ni pío.

Hizo la mili en Infantería de Marina, buena parte en un submarino. El capitán le encargó repintase el comedor del sumergible; él preguntó sobre colores, zócalos, rayados verticales, horizontales, etc.; el capi le contestó que lo pintase «como le saliera de los mismísimos…». El comedor más bien parecía una mazmorra para un puñado de presos. Pintó las paredes y techo con vistas a playas y cielo, que les hacía parecer que disfrutaban de un crucero lujoso.

Cuando cayó enfermo sin remedio, yo pensaba «llevarlo al huerto» para que hiciese algo semejante a lo del submarino o lo del muro del río en el lateral del mamarracho de puente que nos han colocado los de Sevilla, tapando las vistas del Puente Romano. Llegué tarde, el ya no llegaba. ¡Que pena!

No tuvo enemigos. Ha fallecido rodeado y admirado con el cariño de su pareja Marga, y el resto de familiares y amigos, tras soportar estoicamente durante meses una cruel enfermedad.