Antonio Gala advertía: «la libertad es un concepto delicado y explosivo a la vez, muy difícil de usarse sin grave riesgo para nosotros o para ella». Sin embargo, la ausencia de libertad nos deja desvalidos, sin cielo ni infierno. Como saben los lectores más avezados, en el Palacio de la Diputación de Córdoba han destrozado una pieza de Maculadas sin remedio, exposición colectiva presentada en el Anticuarium de Sevilla y en alguna otra localidad de Andalucía, de artistas iconoclastas e irreverentes que, por otra parte, están en su derecho de presentar sus obras en libertad. La obra destrozada se titula Con flores a María, un cuadro de Charo Corrales, autorretratada al estilo de una Inmaculada de Murillo con una mano en el pecho, otra en el pubis, y mostrando una pierna. Un objetivo a reventar para el energúmeno, aún sin identificar después de cinco días (al menos no ha transcendido su identidad cuando escribo estas líneas), que rajó el cuatro de arriba a abajo. Tras el asalto, la exposición que hubiera pasado sin pena ni gloria ha tomado fuerza y los partidos en campaña aprovechan el arte para lanzarse acusaciones y torpedear el pleno de la Diputación, donde rara vez se habla de cultura. Ahora sí, como también se habla de ello en el Ayuntamiento y el Parlamento andaluz. Si no hay tangana, no interesa la cultura. Pues bien, puestos en esa tesitura, montémosla sin paliativos y sin retroceder un ápice en el derecho a la libertad de expresión y de pensamiento que tiene todo quisque. Charo Corrales, la autora del cuadro atacado, no puede defender su obra diciendo que es ella y no la Inmaculada de Murillo la que aparece retratada, porque con tal argumento está reculando en su intención de provocar, que es palpable en ella y en todas las maculadas que participan en la muestra. Porque las Inmaculadas de Murillo no son más que las modelos estupendas que el pintor elegía y retrataba. El arte y la creación en general es pensamiento en libertad, a lo que habría que sumar la alegría de la búsqueda y el hallazgo de la expresión. La autora no puede decir como defensa contra los bárbaros que «no es una virgen tocándose el pubis, soy yo», pues sí es la virgen lo que ella representa como la vecina que posaba para el pintor de inmaculadas. Su defensa y amparo es la libertad, y punto. No obstante, estoy muy de acuerdo con ella en que el cuadro, una vez rajado, debería haber permanecido en la exposición. Dejarlo a la vista con su hería abierta hubiera servido de advertencia para estar atentos y no ceder ante censuras inadmisibles. Que no solo Banksy puede romper su obra y revalorizarla. Aquí el valor añadido hubiera sido un antídoto contra la intolerancia.

* Periodista