El pasado 15 de enero, la Peña Azahara quiso recordar a Pablo García Baena, con un acto cargado de recuerdos y de sentimientos hacia el poeta de Córdoba, que desgranó admirablemente José Luis Romero, a lo largo de su conferencia, tras el pórtico de Luis Ortiz García. En el segundo aniversario de su muerte, la Peña y numerosos invitados, en su sede de Ciudad Jardín, quisieron contemplar de nuevo la silueta de Pablo, y homenajearle con el corazón. José Luis inició sus palabras, evocando unos versos de Ricardo Molina: «¡Ah, señor, / qué insondable es vuestra criatura! / Dejadme que os alabe en Pablo García Baena, / dejad que os magnifique en este hermano mío / en quien pusisteis desde el principio un silencio grave / y el don precioso de las más hondas comunicaciones». Y a continuación, con la brisa de un poema delicado y profundo, el conferenciante deleitó a las personas que abarrotaban el recinto, hablándonos de ese Pablo intimista, universal, y a la par cercano a los paisajes y a las gentes. Quizás lo mejor que se podía decir del poeta, lo plasmó admirablemente en esta frase el también poeta Luis Antonio Villena: «Pablo García Baena, infatigable trabajador siempre, por encima de gustos y modas ha sido sobre todo fiel, muy fiel, a su obra y a su vida». José Luis Romero se refirió en sus palabras a los «refundadores» de la Hermandad del Remedio de Ánimas. «Pablo, dijo el conferenciante, desde el altar mayor de san Lorenzo, en 1987, nos dejó estas reflexiones a los hermanos: «A través de los siglos, de generación en generación, el farol de las Ánimas ha alumbrado trémulo pidiendo un rezo, una limosna, una penitencia, pero también una fidelidad a ese legado centenario, a ese caudal inagotable de tradiciones que hacen de Córdoba una ciudad eterna». Evocó tambien, entre los recuerdos, aquel 6 de noviembre de 1997, en que la Hermandad rendía un homenaje a Miguel del Moral y a Pablo. En la cena posterior, el poeta habló del escapulario de Ánimas, «con sus carpetillas de llamas y símbolos, y ese Angel del Sur que desde la portada del número uno de la revista Cántico, trae la buena nueva de la poesía a una ciudad siempre angélica, se complementan en armonía como trazados por Miguel del Moral, nuestro hermano en Cántico, nuestro hermano en Ánimas». Todo el acto celebrado en la Peña Azahara estuvo transido de los aromas poéticos de Pablo, de trozos de sus libros, de evocaciones de sus frases más bellas sobre imágenes y hermandades. Ya han pasado dos años de su muerte, y me vienen a la memoria aquellos versos suyos con los que inicié mi homilía en su funeral: «Polvo soy, que algún día volverá hasta tus plantas. Polvo en la muerte y polvo ahora que aún vivo perdido entre la arcilla blanda de tu universo». Y subrayaba que Pablo nos había dejado un sencillo «testamento espiritual»: El de haber cumplido su misión de poeta, --cuántos premios, cuántos libros--, y sobre todo, el haber sido «un hombre bueno, un hombre de bien». Al recuerdo de la Peña Azahara y su junta directiva, se unieron la familia del poeta amigo, los amigos del poeta homenajeado y los amigos e la Asociación Cultural «Cruz del Rastro». Toda una sinfonía de abrazos y de aplausos, camino de la esperanza que nos dejara siempre en sus poemas Pablo García Baena.

* Sacerdote y periodista