Hace pocos días, las y los militantes del PSOE nos pronunciamos mayoritariamente a favor de un pacto de gobierno con Unidas Podemos. Al mismo tiempo, una parte importante de la opinión «publicada» alertaba de los riesgos de una coalición entre socialdemócratas y «comunistas» o «populistas».

A finales de 2008, en las semanas previas a una reunión del G-20, Nicolás Sarkozy planteo la necesidad de «refundar el capitalismo» ante la gravedad de la crisis financiera que estaba sacudiendo el mundo.

Resulta curioso que, en poco más de 10 años, hayamos pasado de la «refundación del capitalismo» a, en la práctica, la «refundación de la izquierda». Dicho de otra forma, en poco más de 10 años se ha pasado de reconocer que los excesos del capitalismo han provocado una de las mayores crisis económicas de la historia a alertar de los peligros de las políticas de izquierdas, al menos por una parte importante de la opinión «publicada».

Pero, ¿qué ha pasado realmente?

La desregularización del sistema financiero en EEUU provocó la aparición de productos de alto riesgo que se colocaron en el mercado. El sistema financiero europeo se inundó de liquidez y las entidades financieras españolas abrieron el grifo de un crédito que endeudó a las empresas y a las familias hasta niveles insostenibles; mientras, el Gobierno de Aznar desreguló el uso del suelo, impulsando la especulación inmobiliaria.

En 2007 todo estalló y se derrumbó como un castillo de naipes. Pero lo que había originado el propio capitalismo, jaleado por los sectores conservadores más radicales, acabó llevándose por delante a media socialdemocracia europea y provocó un cambio radical en el panorama político a nivel mundial con la aparición de líderes populistas a derecha e izquierda.

En España, Zapatero pagó electoralmente las consecuencias de la crisis, a pesar de que en el G-20 de 2008 se recomendaron políticas expansivas. Los prestamistas, muchos de ellos bancos europeos, impusieron a la Unión Europea el «austericidio» con el objetivo de recuperar los créditos concedidos sin ninguna quita. Y en España, el Gobierno de Rajoy impuso una política laboral que ha permitido a las empresas reducir su deuda, sin tocar márgenes, a costa de la devaluación salarial y de la precarización del empleo.

Al final de la crisis, la riqueza se ha concentrado aún más en unas pocas manos, la clase trabajadora es más pobre y las desigualdades se han incrementado. Hace poco la economista jefa del FMI, Gita Gopinath, alertaba de las consecuencias negativas que están trayendo la globalización de la economía y algunas de las políticas aplicadas.

Y a pesar de todo esto, la conclusión de los sectores más conservadores, y no tan conservadores, de la opinión publicada es que el peligro es la «izquierda».

Como si hubiera sido la izquierda la que en 2007 dirigiera Wall Street. O la izquierda fuese culpable de inundar de liquidez el sistema financiero europeo. O la izquierda hubiera obligado a Aznar a desregular el suelo. O fuese la izquierda quien diseñara el «austericidio» para que los prestamistas no perdiesen ni un euro a costa del empobrecimiento de la gente normal.

Hay que reconocer la capacidad «asombrosa» de la «derecha» de imponer su relato. Pero, de verdad, tengamos sensatez. La izquierda democrática no es el peligro. El peligro, sin lugar a dudas, son quienes causaron una de las mayores crisis conocidas a nivel mundial.

* Senadora por Córdoba (PSOE-A)