Hay que ver lo complicado que se ha puesto esto de vivir en el siglo XXI sin pecar o hacer algo malo!

Y es que si te informas de todo lo que es malo o está mal hecho, el sentimiento de culpa acabará contigo. Me voy a explicar...

Si comes carne, mal hecho, ya que está hormonada y estás permitiendo el hacinamiento de animales que tienen que sufrir y morir para que tú te puedas comer un filete o unas riquísimas albóndigas en salsa.

Si comes pescado, mal hecho también, ya que los mares están contaminados de metales y plásticos, que comen los peces, por no hablar de que pueda tener anisakis.

Si comes frutas o verduras, tienes que asegurarte de que sean ecológicas, si es que puedes costearlas, y que no sean transgénicas, algo prácticamente inexistente hoy en día.

Los cereales también son malos, pues al parecer (según estudios de esos que hacen universidades americanas, porque si son americanas nos parecen creíbles y fiables) provocan daños cerebrales y cardiovasculares.

Los lácteos son peligrosísimos, ya que, según más estudios científicos, provocan problemas respiratorios, asma y cáncer.

Del azúcar, edulcorantes y grasas creo que ya sabemos todos lo malísimos que son. Si te comes una berlina o un plato de callos, hazlo a escondidas, o serás duramente criticado y abucheado por la Santa Inquisición «progre-saludable». Y la lista sigue... Nada de precocinados, bollería industrial, alcohol, tabaco.

Pero no queda ahí el asunto, sino que hay más cosas que son pecados mortales con doble tirabuzón. Por ejemplo... Usar ropa o zapatos de piel. Cremas o cosméticos en las que hayan podido utilizar animales para testarlos. Ropa, calzados u otros artículos en los que se haya utilizado mano de obra barata. Usar bolsas de plástico (aquí los supermercados te las cobran para expiar tus pecados). Bañarte en el mar con el protector solar puesto, que también contamina. No comprar productos nacionales o locales, que no es que tengamos nada en contra de ello, es que salen mucho más caros y el presupuesto no da para más. Utilizar el coche de gasolina o diesel, como si todo el mundo pudiera cambiar su coche por uno eléctrico. Usar móviles y dispositivos electrónicos, en los que para su fabricación son usados minerales o metales como el coltán o el tantalio, que escasean y que su extracción se realiza en países de África en conflicto y con mano de obra infantil y semiesclava.

Y no es que preocuparse por la salud del planeta, el bienestar animal, la excelencia alimentaria y los derechos laborales no sean objetivos deseables, el problema viene cuando todo esto se convierte en una pose o moda. Habría quizás que pensar, que, pese a todo, hoy los avances científicos han permitido una esperanza de vida mayor y un bienestar global que no han existido en épocas pasadas.

Creo que la solución está en lo que decía siempre mi madre: «En el término medio está la virtud». Por lo tanto, ya que es imposible no pecar, hazlo moderadamente. Así nuestros pecados en vez de ser mortales serán solo veniales.

* Escritora y consultora de inteligencia emocional. Autora de ‘Jodidas, pero contentas’