La madrugada del miércoles al jueves, cuando los cielos dejaban de estar en verano, el ambiente se «descaldeaba», los rayos y los truenos describían una noche sonora en blanco y negro y la tormenta era recibida desde la cama como un alivio para los termómetros salió el Ayuntamiento de Córdoba a limpiar las calles de bases de sombrillas, mesas y macetones sobrantes de los bares y, al momento, la lluvia peatonalizó las aceras.

El Consistorio salió a «ajusticiar» por San Hipólito, la Corredera, el bulevar de Gran Capitán, Colón y la Ribera la misma noche en que los cielos estallaban de calores y se hacía necesario algo de frescor. Bueno. Sin embargo la necesaria peatonalización de las aceras de Córdoba debería haber empezado por ordenar el tráfico de bicicletas, que de ser concebidas como vehículos amables y necesarios están provocando en los viandantes una percepción contraria, como la que sufrimos con las palomas, cuya imagen de aves de la paz se ha tornado en la de bichos destructores del arte. Sea cual sea la acera, los ciclistas que no usan el carril-bici te pasan rozando sin tocar la bocina y tu cuerpo se llena del susto que precede al accidente. A unas velocidades de película como las de los coches en A todo gas 8. El deseable auge de la bicicleta sobre el coche, que no emite humos ni ruidos, está empezando a perder apoyo cuando desoye la norma de ir por el carril-bici y se apodera de espacios sólo para peatones, como las aceras. Habría que peatonalizar también algo las aceras del exceso de paseantes de perros, sobre todo los que van pegados a la pared hablando por el móvil y dejan que su mascota se coloque en la parte contraria, la de los árboles, para sellarlos con su meada. La acera en ese momento no es de los bares, ni de las bicicletas, sólo del dueño del perro, que marca su espacio con el cordel del chucho. A veces, cuando una bicicleta ha estado a punto de tumbarte, tienes que apartarte para dejar pasar a tres paseantes de perros que van juntos y evitar pisar alguna de sus cagadas lo que mejor le viene a tu cuerpo es una terraza donde sabes que vas a librarte de estos conquistadores de las aceras.