En una pirueta retórica brillante, Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta de Argentina, hizo suyo este axioma, «la patria es el otro», y articuló algunos de sus discursos en torno a esta idea. Una idea que se antoja paradójica, como si constituyera una contradicción en sí misma. La patria es el otro, repetía una y otra vez Kirchner, pero ¿es la patria el otro? ¿Cómo va a ser esto? Mi patria, los míos, mi casa, mis costumbres, mis imposiciones. ¿No era esto la patria? La patria es un nosotros. El nosotros mejor diseñado desde que se inventaron los estadios de fútbol. Pero necesitamos del otro para definir el nosotros. Porque el otro, con su diferencia, nos cuestiona, nos pone a prueba. Y porque sin un otro no seríamos ese nosotros, sino que seríamos sin más, porque solo se puede construir un «este» por contraposición a un «aquel».

Sin el otro la construcción del nosotros se vicia, se ahoga en uno mismo. La apertura hacia al otro es el único antídoto contra un veneno que entiende que las cosas que son deben seguir siendo porque siempre fueron. Un pueblo que no es capaz de mirarse al espejo y encontrar granos y ojeras, arrugas y canas que antes no estaban, es un pueblo que se niega, aferrándose contumaz a lo que un día fue. Mejor: a lo que otros le dicen que fue.

Necesitamos al otro no solo para representarnos a nosotros mismos en función de la diferencia, sino porque sin el otro no hay debate, no hay disparidad, y sin disparidad no hay democracia. Hay el gobierno de uno mismo, hay autocracia. La democracia también es el otro, porque si no, ¿democracia de qué? ¿Qué alternativas se ofrecen en un consenso inamovible? ¿Y no se parece ese consenso inamovible a lo opuesto de la democracia?

Cuando decimos la patria es el otro no hablamos de banderas, ni de himnos, ni de ningún otro mito nacional cocinado a fuego lento, con el paso del tiempo (por eso nadie le compró su himno a Marta Sánchez). Cuando decimos la patria es el otro nos referimos a la patria como ese patio de recreo compartido en el que tiene que haber consenso para que no nos matemos a palos. Esa patria no es sino la democracia misma, y para que haya democracia tiene que haber discordia. Y para eso no puede faltar el otro. Ese otro que Vox pretende que desaparezca.

* Periodista