Por favor, sean prudentes todos en sus visitas a los patios y, especialmente, cuidemos a los cuidadores de patios que tanto cuidan a Córdoba desde el interior de sus casas, valga el juego de palabra ya que de cuidarse en estos tiempos se trata. Lo digo muy en serio: preserven sobre todo la salud e los responsables de los patios que les abren las puertas de sus casas, de sus corazones y en esta época hasta de su sistema inmunitario. Y es que a nadie se le escapa lo polémico que resulta la organización de este certamen extraordinario de Patios en plena segunda ola de la pandemia, algo que algunos han calificado desde «arriesgado» a «irresponsable» y que tiene lugar, además, en un momento donde es compleja la celebración de un evento así con tan escasas flores en relación a mayo y tan pocas ganas de fiesta.

Pero (y recuerden que todo lo que se dice antes de la palabra «pero» no sirve para nada) hay razones objetivas por las que debemos felicitarnos por esta edición extraordinaria de patios: darle un empujón al maltrecho turismo y evitar que la catástrofe en la hostelería se convierta en una tragedia, mantener la imagen de la ciudad y el prestigio de Córdoba mostrando que sabemos cuidar un bien que no es solo nuestro, sino patrimonio de la Humanidad y, en tercer lugar, encontrar una fórmula burocrática con la que el Ayuntamiento pueda seguir dando una ayuda anual a los cuidadores de patios para los que la contraprestación por inscribirse en el concurso es vital en sus economías familiares, más aún cuando algunos se han quedado sin empleo. Se trata en muchas ocasiones de evitar que se retiren definitivamente patios en donde se ha hecho este año en balde una ingente inversión en dinero, horas y trabajo. Sin este certamen, muchos patios no podrían estar en la edición del 2021 en la que se conmemorará el Centenario del Concurso. Seguro.

Pero más aún, junto a los argumentos objetivos a favor de un concurso especial en estas fechas tan raras hay otras razones subjetivas, que al final, y como en todas las decisiones, son las que más cuentan si no las únicas que importan. Entre ellas está que nunca más que ahora Córdoba ha necesitado ese espíritu abierto de la belleza, esos minutos de recrearse en lo bien hecho y lo hermoso de la vida, en recordar mientras se disfruta cuáles son las razones por las que merece la pena luchar y lo mucho que los cordobeses somos capaces de hacer cuando trabajamos juntos... Y todo ello en unos patios que, ciertamente, sin las flores de mayo están más relajantes y verdes que nunca. Como si nos invitasen a sumergirnos en el color de la esperanza justo cuando más falta le hace a Córdoba.