Pues sí. Asterix venció hace ya algunos años a un coronavirus. Entre tanto mensaje más o menos preocupante y tanta profusión de noticias un poco de distracción en el correo electrónico o en el Whatsapp, atestaditos también de bulos y teorías conspiranoicas, a veces no viene mal. El galo irreductible lo hizo en uno de sus álbumes al mejor estilo Ben Hur, conduciendo una cuadriga y compitiendo con el mismísimo Julio César. El «imperator» corría oculto bajo una máscara, usando como alias el dichoso genérico. Pero para nada se habla de pandemias. Va en la tradición de los originales nombres que utiliza la serie. Precisamente hace pocos días nos dejó uno de sus creadores, Albert Uderzo. Otra curiosa «coincidencia» que circula por las redes viene referida a la novela de Dan Koontz Ojos de la oscuridad, en la que se habla de un arma biológica fabricada en Wuhan sobre el año 2020. Son cosas que aparecen de modo relativamente frecuente en internet mezclando referencias, documentación y especulaciones. Julio Verne, por citar solo un ejemplo, ha sido un filón para ello.

Toda esta maraña «informativa» con la que se nos bombardea a diario desde el ciberespacio me ha traído a la mente estos días la visita que el recientemente fallecido, apenas cumplidos los cien años, Mario Bunge, profesor de Lógica y Metafísica de la Universidad Mc Gill de Montreal, realizó a Córdoba a finales de febrero de 1985. Premio Príncipe de Asturias 1982 en Comunicación y Humanidades «por la influencia internacional de su filosofía», impartió una conferencia en la Facultad de Ciencias sobre Nuevas epistemologías e investigaciones científicas. La Facultad aún se ubicaba en el desaparecido anexo de la entonces Facultad de Veterinaria (hoy Rectorado) y en la ciudad se debatía qué hacer con el primer tramo del paseo de Gran Capitán convertido en una inmensa zanja/basurero tras el fallido intento de construir un aparcamiento. Como ven hay piedras en las que se insiste en tropezar. También originaba controversia la celebración del XII Centenario de la Mezquita (esta vez sin problemas con la denominación; doce siglos solo los puede cumplir ella). Y la negociación para el ingreso en la antaño CEE estaba peliaguda, aunque pocos meses después se firmaba la carta de adhesión. Todo un éxito del dúo Morán & Marín.

Al no existir todavía un servicio de protocolo en la UCO, no era infrecuente que el responsable del Comunicación asumiera funciones de Relaciones Públicas, más aún dado el ámbito en que Bunge había sido premiado. Ello me permitió dar un largo paseo con él enseñándole la ciudad. El argentino era un conversador que le daba a todo y tenia para todos. Pero ya entonces alertaba contra las pseudociencias y los bulos reclamando a los periodistas potenciar el espíritu crítico con una buena divulgación que hiciera accesibles las informaciones científicas. El tiempo acrecentó luego sus temores. «Ya no hay chamanes ni brujos, solo los políticos resisten» opinaba. Y siguen resistiendo (y abarcando nuevos campos como las tecnologías de la comunicación). Muchos cómodamente instalados en lo que Hanna Arendt quizá hubiese denominado la «banalización de la impostura». Los populismos -y no solo ellos- que Bunge combatió toda su vida, junto a la mediocridad y la frivolidad científico-informativa, siempre han sabido que los ciudadanos conviven mejor con las falsas apariencias, aún sospechadas, que afrontando la verdad.

Personalmente Bunge, y su cuasi infinito y personal sistema de conceptos y relaciones filosófico-científicas, me recordaba mucho a otro pensador, también fallecido hace pocos años, mi cuasi paisano Gustavo Bueno. Para los periodistas mantener una entrevista con Bueno era casi una reválida profesional. Y uno y otro podían resultar unos magníficos gruñones o desplegar un fino y a la vez ácido sentido del humor. Ambos protagonizaron en Oviedo un apasionado y recordado debate sobre la verdad en la Ciencia.

A la hora del almuerzo tocó hablar de Investigación y desplegó todo un repertorio de cuanto la limita. Especialmente la falta de inversión. Hace pocos meses, en una entrevista, aún se reafirmaba en ello: «No sabemos medir la velocidad de la Ciencia, pero lo que sí sabemos es que los recortes en los gastos científicos equivalen a recortes en el cerebro y benefician solo a los políticos que medran con la ignorancia».

A los medios, aunque anunciada, les pasó desapercibida la visita. A él le encantó la ciudad. Le regalé la Historia de los Jueces de Córdoba de Aljoxami. Pero lo más sorprendente vino cuando le pregunté qué le gustaría llevarse de recuerdo. Me dijo que dónde podía comprar tres o cuatro bolsas grandes de pipas. Al parecer en Canadá no se estilaban y a su familia le gustaban. Así que ni cortos ni perezosos nos fuimos a Fidela. Y dándole a un cartucho siguió hablando del método científico, del amor a la verdad y de reconocer los errores para llegar a la perfección. Genio y figura.

* Periodista