Tuve recientemente la suerte de asistir a una jornada científica de la Universidad Pablo Olavide y la Consejería de Presidencia sobre Infraestructura verde y hábitats urbanos integrados (el título, ya asusta), todo ello de manos de la empresa cordobesa Domus Beticae, cogestora de instalaciones del Parque Los Villares, invitada a exponer su experiencia. No les voy a cansar con lo sorprendente de muchas de las exposiciones y la profundidad de los debates, a veces en apariencia caóticos por la cantidad de especialistas de diferentes materias. Solo me voy a centrar en una de las ideas que se vertieron cuando una responsable propuso que sea la Escuela y el sistema educativo en general el que se encargue de que los valores de respeto, sostenibilidad y disfrute de la naturaleza se inculquen en la sociedad. Le contestó un joven profesor universitario y de instituto que, sin negar la bondad de la idea, recordó que bastante tienen los profesores con dar sus asignaturas como para asumir una nueva tarea que, en realidad, corresponde a la sociedad, a un ámbito que va desde la familia a la ciudad y al país. ¿Cómo es esa frase africana que se ha popularizado? «Para educar a un niño se necesita toda una tribu», venía a decir el profesor.

Y es cuestión de pensarlo. ¿Y si estamos sobrecargando a la Escuela (o mejor dicho, descargando nuestra responsabilidad sobre ella) en cuestiones como la igualdad, la lucha contra el maltrato, la transmisión de valores de convivencia o el sentido de pertenecer a una comunidad o país? Y ahora, ¿le endiñamos también la responsabilidad de que los jóvenes se comprometan con el planeta?

No sé, pero en el aire parecía flotar una crítica implícita que voy a resumir a lo bestia: «Cuando hay algo difícil de resolver, a largo plazo se le endosa la responsabilidad a la educación y, a corto plazo, a los medios de comunicación». Que no son malos instrumentos la prensa y la escuela para cambiar la sociedad, pero tampoco son los únicos ni los últimos, sobre todo para objetivos tan complejos como, por ejemplo y por citar el más llamativo, lograr la igualdad real entre hombres y mujeres. También deben asumir su responsabilidad las familias, las ciudades, los colectivos sociales, las administraciones, las redes sociales... ¿no?

Hace tiempo el compañero Florencio Rodríguez, medio en broma medio en serio, me decía que esta ciudad utiliza El Arenal para mandar allí sus problemas y olvidarse de ellos: ¿La Feria? A El Arenal. ¿Un concierto molesto? A El Arenal. ¿Aquella fiesta estudiantil de Santa Litrona, el botellón, los peroles nocturnos de verano, concentraciones moteras...? Todo a El Arenal.

Y a nivel global, ¿no estaremos usando la Escuela como nuestro Arenal de la sociedad, como un ámbito al que endilgarle con facilidad una solución difícil, a sabiendas de que es solo darle una «patada hacia adelante» al problema?