26 de octubre: Tengo unas décimas de fiebre y trastorno estomacal que no identifico como síntomas del covid-19. 28 de octubre: Por ser contacto estrecho de mi pareja y sospechando tener el virus, voy al Hospital Quirón para hacerme una PCR: sin problema, pero debo pagar 140 euros. No me la hago. Por la tarde acudo a mi compañía privada, pues soy funcionario: «Por protocolo debo llamar por teléfono a Salud Responde y que me confine», me dicen.

29 de octubre. Llamo a Salud Responde y un contestador automático me hace una larga serie de preguntas relativas o no al covid-19: «Marque 1, marque 2, marque 3 o, en su lugar, espere». Al final, oigo algo así como que «el servicio está colapsado; si usted no puede esperar, este número quedará grabado y le llamaremos». Menos mal, me digo. Hacia mediodía, al no recibir llamada alguna, escribo un correo electrónico a ‘saludresponde@juntadeandalucia.es’: «Estimado Sr.: Desesperado de no ser atendido por vía telefónica (¿Salud responde?) me dirijo a Vd. para que me informe de cómo puedo hacerme la PCR del coronavirus, pues soy contacto estrecho de un positivo de coronavirus».

Entretanto me llama un administrativo de la Seguridad Social, que debió haber leído mi correo electrónico; me hace un pequeño interrogatorio sobre mi situación: «Un médico le llamará en las próximas 24 ó 48 horas». Así que espero. Finalmente alguien no identificado me hace parecidas preguntas para concluir que al no pertenecer yo a la Seguridad Social no me pueden hacer el test, y que, por ser funcionario, debo ir a mi compañía privada. Esa misma tarde, al no recibir llamada alguna, mi hija va al Hospital de San Juan de Dios, que atiende, entre otros a mutualistas de Muface y le dicen que no me pueden hacer la prueba hasta que no tuviera síntomas claros.

30 de octubre. Finalmente, mi hija consigue que me den de alta provisionalmente en el sistema informático de la Seguridad Social para que me hagan el test en el Centro de Salud Castilla del Pino. Me hacen el test de antígenos, dando positivo al instante, como sospechaba.

1 de noviembre: Se lo comento a mi médica de familia y me recetas tres pastillas de azitromizina, una cada día. Pasados estos tres días, como sigo con décimas de fiebre -y ya sí, con mal estado general y deposiciones blandas- esta me envía para entrar por urgencias en el Hospital de San Juan de Dios.

5 de noviembre: Soy hospitalizado.

Esta ha sido mi particular Covid-Odisea. Y concluyo: Atender rápidamente a todo el que acuda a la sanidad pública o privada con la menor sospecha de tener el virus habría sido y es, tal vez, el mejor modo de luchar contra el covid. Se detectarían desde el principio muchos casos, evitando futuras complicaciones con el paso de los días. Yo estuve con síntomas leves -pero no identificados- desde el 26 de octubre hasta el 31 de noviembre y, luego, habiendo dado positivo, cuatro días más, hasta ser ingresado en el hospital. Y me pregunto: ¿Cómo se sentirán tantas personas -especialmente de edad avanzada-, que se encuentren en una situación como la mía, teniendo que hacer tantas gestiones y sin resultado tras diversos intentos? ¿No deberían haber dotado de más personal al servicio de Salud Responde para que hubiese suficientes rastreadores y poder así atender directamente y sin demora a cuantos llamasen? Este sería -y es- el mejor modo de identificar cuanto antes a los portadores del virus, trazar sus contactos y aislarlos para evitar que contagien a otros, como camino certero para diagnosticar casos a tiempo, curar pacientes y salvar vidas, que es de lo que, al fin y al cabo, se trata.

* Catedrático de Filología Griega