Se suele decir que los grandes viajes se disfrutan más en los preparativos y en sus memorias, más incluso que el propio viaje. Aunque sería un gesto gratuito de soberbia atribuirnos la exclusividad en la modulación del tiempo, no es descabellado considerarnos la especie que más brujulea con el presente, nutriéndose de las expectativas del futuro, rumiando las glorias pasadas. Esta querencia es más acentuada en el juego político, con la salvedad de que el canon del teatro clásico, afín a las singladuras domésticas, es desplazado por la ambiciosa vorágine de la fábula de la lechera. Al fin y al cabo, una deriva consecuente porque en política, más pronto o más tarde, el cántaro siempre se quiebra.

Estamos, pues, en épocas de ensoñaciones, fundamentalmente para aquellas siglas políticas que hasta hace un par de semanas veían el Palacio de San Telmo como un castillo inexpugnable. Esta coalición non nata estará pergeñando unas máximas tan universales en el ruedo político como lo son para la física las tres leyes de Newton: el reparto del poder y los hechos diferenciales con el Gobierno saliente. Lo primero tiene una relativa y burda solución: es el raseo entre los compromisos y fidelidades asumidas, y el nivel de incompetencia que esas hipotecas pueden soportar. Lo segundo, formalmente más importante, se ocuparía de mimar y dar respuesta a las intenciones del elector. Nada sencillo este segundo vector, pues los votos siempre se antojan tornadizos.

El Partido Popular y Ciudadanos ya habrán dirigido sus catalejos hacia uno de los buques nodriza del Gobierno andaluz, esa Radiotelevisión andaluza fustigada por la oposición. Minada, sin embargo, con esencias populistas que resultan muy difíciles de desactivar en una nueva parrilla televisiva. Quo vadis el hecho diferencial del futurible Canal Sur? La cuestión es menuda. No me considero un perro verde si declaro mi distanciamiento con esa sobresaturación folklorista, el prime time rendido al repiqueteo de los tópicos, para que Washington Irving y todos los viajeros románticos no se sintieran defraudados con esta Andalucía catódica. Mi más absoluto respeto para esa amplia audiencia que prefiere cenarse una ración doble de copla. Como también requiero reciprocidad para quienes estamos empachados con tanto subsidio de riá pitás o rebujitos en alta resolución. Las endogamias no son buenas, y menos cuando se atrincheran en un cliché que enaltece la calma chicha del pan, el circo y la pandereta.

No aprecien silogismos reaccionarios con esta incomodidad cañí. Más bien una hartá de escepticismo, ya que los presumibles nuevos inquilinos de San Telmo harán ligeros retoques en el canal autonómico: cambio de rostros y un corolario de medidas más críticas e incisivas, desdibujadas por una sutil subordinación a los intereses partidistas. El contraataque susanista vería de buen agrado que los futuribles se decantasen por una programación malaje, para que la lideresa enarbolase la bandera de lo propio vestida de faralaes. Pero no caerá esa breva. Electoralmente, sigue pesando más la estampa paradójicamente goyesca que cualquier atisbo de afrancesado. Y aplíquenle esta moraleja a otras estructuras de la Comunidad, donde la catarsis se gripará en cuanto no salgan los votos. Presiento que el único que tiene el puesto asegurado, precisamente con hacer malabares con el pasado, el presente y el futuro, es Juan Imedio.

* Abogado