Cada vez son más los pueblos que, en la entrada, construyen grandes aparcamientos. Igualmente en las estaciones de tren, en las grandes superficies, etc. Estos lugares, yermos por norma general, suelen ser extensiones de tierra compactada cubierta de asfalto, iluminadas por grandes farolas, y los conductores, a pesar de que todos buscan aparcar bajo una sombra, no les queda otro remedio que hacerlo a pleno sol. Consecuentemente, a la vuelta, lo primero que hacen al encontrarse con un coche ardiendo, es poner en marcha el aire acondicionado.

Si sumáramos las toneladas de gases contaminantes, consecuencia de la refrigeración de estos millones de vehículos y consideráramos que aquellos son unos de los principales culpables del engrosamiento de la capa de ozono que atrapa las radiaciones solares dentro de la tierra, provocando el efecto invernadero (consecuencia del cambio climático)..., si consideráramos que un árbol de sombra vale 20 euros y una farola vale 2.000 euros... Quizás sería motivo de reflexión por parte de los ayuntamientos. Estos deberían aportar su granito de arena llenando los parkings de aquellos árboles que en poco tiempo pudieran ofrecer una buena sombra a sus visitantes.

Todos queremos luchar para frenar el, ya presente, cambio climático. ¡Pues por aquí se empieza!