Lo siento. Reconozco que cada día lo entiendo menos. Es inquietante y desolador comprobar, no solo los ecos de la semana trágica de Barcelona con sus disturbios y algaradas, el «octubre rojo» de fuego y llamas que cubrió la ciudad Condal; sino todo lo que acompaña a este tsunami de violencia. La espiral, perfectamente diseñada, continúa su curso. Ya lo dijo desde la prisión el condenado expresidente de Omniun Cultural, Jordi Cuixart: con las manifestaciones no basta.

Los rectores magníficos de las universidades catalanas se alinean con los independentistas y acuerdan modificar el sistema de asistencia a clases y de evaluación para facilitar las protestas de los estudiantes a favor de la secesión, el corte de carreteras y la quema de neumáticos. Han acordado el retorno de matrícula a estudiantes «hospitalizados o detenidos» por las revueltas. Quienes deberían construir el relato de la verdad desde el rigor y la objetividad, defender la legalidad, y analizar las diferencias desde el diálogo plural, se echan en brazos de los secesionistas y su totalitarismo ideológico y sus coacciones. No es de extrañar, pues la colonización de la mentira y el secuestro de la verdad ya se implantó en las nuevas madrasas catalanas hace años, ante el silencio cómplice y la connivencia continuada del Estado. Ahora han reaccionado 800 profesores que denuncian la alineación de los equipos rectorales y decanales en unos casos, y el miedo a ser señalados como traidores a la patria catalana, en otros. El ministro, después de decir que no era de su competencia, ha reaccionado de puertas afuera, con un mensaje nocturno en su cuenta de Twitter. La reacción de la CRUE, donde se sientan todos los rectores de las Universidades Españolas, sigue pendiente aún.

El obispo de Gerona, Francesc Pardo, ha pedido la liberación de los dirigentes políticos y líderes sociales condenados, en su homilía de Sant Narcís, patrón de Gerona, este martes pasado en la basílica de Sant Feliu. No resulta un hecho aislado, ya que los obispos catalanes fueron hace un año a visitar a los políticos en prisión. La Conferencia Episcopal Española emitió un comunicado ambiguo, amparando la legalidad de un lado, y respaldando a los obispos catalanes de otro.

El presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona se niega a responder a los medios que le preguntan en español y alimenta una respuesta contra el Estado y a favor del independentismo. El Consejo Superior de Cámaras de Comercio de España está ausente. El Barcelona CF, lanzó un comunicado a favor del derecho a decidir y por la libertad de los delincuentes condenados por malversación de fondos y sedición. La Real Federación y la Liga de Fútbol Profesional no van más allá del disgusto.

Partidos soberanistas de Cataluña, País Vasco, Galicia, Islas Baleares y Comunidad Valenciana han firmado hace una semana en Barcelona la «Declaración de la Llotja de Mar» en el que reclaman un acuerdo sobre la crisis catalana, la defensa del derecho a la autodeterminación y la liberación de los «presos políticos». Muchos de los partidos firmantes mantienen hoy alianzas de poder en muchas instituciones con los partidos llamados «constitucionalistas» que, en periodo electoral, van a arreglarlo todo.

Y así, podríamos seguir «hasta el infinito y más allá». Por no hablar de los 300 policías heridos y 270 vehículos policiales destrozados en la revolución de las sonrisas. El disparate de unos no tiene fin, ni el postureo cínico e inmovilista de otros tampoco. Han manipulado y engañado a una sociedad y a varias generaciones, como hicieron con los británicos ante el brexit, o los totalitarios nazis con uno de los pueblos más cultos de Europa. Dudo que la solución de este asunto, que la tiene, venga de la mano de quienes crearon el problema. Por eso, como Groucho Marx, tiene uno la tentación de pedir: paren, que yo me bajo.

* Abogado y mediador