De tren en tren. Agarrado a un maletín en el que ha depositado todo el dinero que ha conseguido salvar. Otto Sibermann es un empresario judío que la Noche de los Cristales Rotos (1938) inicia una huida por la geografía alemana. No puede volver a casa, no encuentra refugio seguro, sus amigos judíos han sido detenidos o también huyen. Sus compatriotas no judíos, incluido su cuñado, le dan la espalda, le chantajean, le traicionan. Son los días en los que el odio va creciendo bajo la piel, antesala de todo lo que vendría después. El personaje de El pasajero (Sexto Piso) fue creado por Ulrich Alexander Boschwitz, un joven judío que también había emprendido la huida. Su autor volcó en él su propia ansiedad, miedo y desesperanza.

Sin embargo, el pasaje más revelador de la novela no es el relato de ninguna penalidad sufrida por Otto. «Bueno, usted me compromete», responde nervioso el protagonista a un anciano conocido que pretende sumarse a su huida. El hombre también es judío, pero a diferencia del empresario, sus rasgos son inequívocamente semitas.

Horrorizado ante su propia reacción, contemplando al anciano que se aleja después de haberle negado ayuda, reconoce que acaba de perder su derecho a la indignación moral. Mira a su alrededor, a esos rostros que destilan odio a los judíos y se pregunta: «¿Qué me separa de vosotros? Nos parecemos de un modo aterrador». Sí, todos nos parecemos.

* Escritora