Decía la semana pasada un periódico nacional que Córdoba y su mezquita fueron la capital del mundo en tiempos de su califato omeya, la Nueva York del momento, intentando una comparación con el mundo actual. Ahora Medina Azahara, la ciudad que Abderramán III construyó en dirección Poniente --por donde en su día se levantaron las Electromecánicas, uno de los lujos sociolaborales de la Córdoba del siglo XX---, vuelve a poner de actualidad aquella arquitectura de la estirpe de los príncipes omeyas de Bagdad porque ha sido incluida como la única candidata española al título de Patrimonio Mundial de la Unesco. Medina Azahara fue construida en ese paraíso cercano que tiene Córdoba en su Sierra, ese parapeto frondoso al que se subió Abderramán III en el Monte de la Novia, los monjes en alguno de los claustros del monasterio de San Jerónimo de Valparaíso o los ermitaños en sus celdas a las que ascendían por la Cuesta del Reventón. Y todavía se mantiene el misterio de esa ciudad palatina --cuya destrucción fue la del califato--- que unos creen que fue levantada por el amor del califa hacia Azahara y otros por sus deseos de mostrar su poder a embajadores y señores de otros reinos o por la costumbre de su estirpe de construir las mezquitas de Damasco, Jerusalén o Kairuán y palacios en el desierto, como el de Palmira o Transjordania. Las obras de esta ciudad --edificada en tres terrazas escalonadas dedicadas a alcázares del califa, viviendas para la servidumbre y los eunucos y jardines y huertos-- que casi pertenece al ámbito de la imaginación y la leyenda, dicen las crónicas que empezaron en el 936, con diez mil obreros y esclavos, cuyo emplazamiento fue escogido cuidadosamente: un espolón rocoso de la Sierra, a ocho kilómetros de Córdoba, de paisaje de ensueño, donde los almendros en flor simulaban la nieve.

La auténtica memoria de Córdoba es la Mezquita, parte de su casco histórico y los patios, tres títulos mundiales que la ciudad ofrece para disfrute de la humanidad. Conseguir que Medina Azahara se incorporase de lleno a ese espacio de imágenes y vivencias de Córdoba sería obtener el mejor curriculum de la ciudad, que se sostiene sobre la belleza de toda su historia. Un paraíso de la humanidad.