El cheque británico fue negociado por Margaret Thatcher en 1984 en el Consejo Europeo de Fontainebleau como mecanismo de compensación por el hecho de que la mayor parte del presupuesto de la UE se destinaba a financiar la Política Agrícola Común (PAC), de la que el Reino Unido se beneficiaba muy poco debido a que su sector agrícola era muy pequeño. Cinco años antes, la Dama de Hierro había pronunciado su célebre frase «I want my money back» en un discurso revelador de lo que sería el encaje futuro del Reino Unido en la UE con bloqueos constantes del presupuesto común para renegociar el cheque.

En Europa se habla estos días con resentimiento y hartazgo de los británicos. Se considera el brexit una gran paradoja que limitará lo que más interesaba a Gran Bretaña, el gran mercado común y la economía, y mantendrá en cambio lo que más han boicoteado en el pasado, la coordinación en seguridad y defensa. Necesaria ahora ante la amenaza del terrorismo global.

La paradoja será todavía mayor si los británicos tienen que votar finalmente en las elecciones europeas simplemente porque aún están dentro de la UE el próximo mayo cuando en verdad se quieren ir. Pero el reglamento es claro en este punto, no se puede despojar a los ciudadanos británicos del derecho a votar porque todavía serán europeos con todos sus derechos intactos.

El acuerdo para la salida de Gran Bretaña de la Unión Europa no se renegociará, no se cambiará, no se modificará ni habrá más oportunidades, explicaba la semana pasada la eurodiputada polaca Danuta Hübner, una de las voces más destacadas del Parlamento Europeo en la negociación del brexit. Y no parece que esta sensibilidad cambie por más que el Parlamento rechace un brexit con acuerdo y sin acuerdo con un día de diferencia, lo que supone otra paradoja o sinsentido.

A Europa se le está agotando la paciencia, incluso para dar más tiempo a los británicos. La gran pregunta que se hacen es para qué quieren más tiempo. ¿Para seguir sin saber qué quieren? Más paradojas.

* Periodista

@olgagrau13