Venimos a este mundo, a ningún otro, en el que vivimos varios millones de seres humanos y otros seres vivos, con su sol, su aire, sus mares y océanos, sus continentes, su atmósfera, su clima y su gravedad.

Nacemos con nuestros cinco sentidos, con nuestros órganos, nuestro físico, nuestros brazos y piernas. Con la capacidad del lenguaje, de andar erguidos, con nuestras manos y nuestra inteligencia.

En qué momento perdimos el norte y nos convencieron para pensar que esto de vivir consiste en conseguir dinero, poder, en competir, en compararnos, en crear fronteras, en consumir como si no hubiera un mañana, en manipular y explotar al prójimo, en beber Coca-Cola o litros y litros de cerveza, en crearnos enemigos, en hacer guerras, en intoxicar el aire, en ensuciar los mares, en permitir que haya gente que se muera de hambre mientras en otros lugares se hacen concursos de a ver quién es capaz de comerse más hamburguesas, en llenar nuestras casas de cosas estúpidas, repetidas e inútiles, o nuestros armarios de ropas y zapatos de mil formas y colores, como si tuviéramos más de un cuerpo y más de dos pies y los recursos naturales fuesen ilimitados.

Somos unos imbéciles, desagradecidos, tiranos, acomplejados, manipulables, vacíos de espíritu, insensibles, incapaces de agradecer lo que se nos ha dado. Que no nos paramos a apreciar la vida, a percibirla, a mirar el cielo y el paisaje, a admirar la belleza, a sentir el aire en el rostro, en saborear los alimentos, el agua caer por nuestro cuerpo cuando nos duchamos, la belleza de la música, el latido de nuestro corazón, la sonrisa de los niños...

Se nos dio la capacidad del lenguaje para comunicarnos unos con otros, para entendernos y comprendernos, para conocer y transmitir ideas, nuestros sentimientos y emociones. Para crear, para apoyar, para dar ánimo y consuelo. Para hacer reír, para compartir conocimientos, experiencias, vivencias, y así colaborar, crecer como sociedad, vivir en armonía. No fue para soltar veneno, para manipular mediante la palabra, para crear discursos políticos, para dictar sentencias de muerte, para hablar con desprecio, para criticar o para mentir.

Estamos de mierda hasta el cuello, de mierda física, sin tener ya donde esconderla o saber cómo deshacernos de ella, de contaminación, de aire cada vez menos respirable. De alimentos adulterados, llenos de tóxicos, de sutiles venenos. De mierda inmoral, de corrupción política, de egoísmo, de ególatras con ansias de poder. De mierda para huir de nuestras vidas porque no sabemos vivirlas y por eso echamos mano de antidepresivos, de ansiolíticos, drogas, consumo compulsivo, juegos de azar, pornografía y alcohol. De violencia gratuita y morbosa en el cine, en las series de televisión de pago, en los videojuegos. De sexo de pago, por vicio, sin una pizca de amor.

Hemos creado un mundo donde la empatía y el amor brilla por su ausencia, donde los seres humanos nos cosificamos unos a otros, un mundo psicópata.

Se nos da la vida, venimos a este mundo y tan cierto como eso es que nos vamos a morir. Es curioso que sabiendo que la vida no es infinita, que no es eterna, nos comportemos así.

Que la vida y este mundo sean una mierda o no, depende de que sepamos ser agradecidos con ambos. No está todo perdido, ni mucho menos. Solo depende de usted y de mí, de que lo sepamos transmitir y compartir con los demás. ¿O acaso no se supone que somos el ser más inteligente de la Tierra? Ahora toca demostrarlo.

Justo para eso se nos dio la vida.

* Escritora y consultora de inteligencia emocional. Autora del libro ‘Jodidas pero contentas’