Aquí paz y después... Ya veremos las costuras de este solemne ceremonial con el que ETA se despide de todos vds. O sea, el acercamiento de presos, la aplicación del tercer grado cuando ya los tengan en su territorio, los funerales de los que vayan muriendo de viejos y los homenajes a los caídos en su desquiciada lucha. Como todos tenemos familia, padres, hermanos, amigos, cuesta muy poco hacerse a la idea del inmenso dolor que ETA ha provocado en este país y las 858 víctimas mortales que tienen en su negro haber ahora que es tiempo de ajustar cuentas y proclaman: Aquí paz y después... Este triste funeral de ETA, inactiva desde 2010, está siendo mucho más celebrado por los medios de comunicación que por los españoles, que durante años convivimos con esa sinrazón, a veces como dolientes, otras como espectadores perplejos. El entusiasmo que ponen los reporteros en narrar el fin de ETA contrasta con el pasotismo de los ciudadanos que son abordados en la calle y son requeridos para dar su opinión sobre esta pantomima final. ETA estaba acabada ya hace tiempo y ahora la vamos a enterrar con este ceremonial televisivo, pero con la banda criminal, no se confundan, no acaba el pueblo español, como proclaman algunos fervorosos patriotas. Con ETA, después de 60 años de historia, dolor y muerte, acaba el paso del tiempo, los achaques de sus dirigentes, el fracaso de su lucha, la incomodidad, tal vez la mala conciencia de algunos, las nuevas tecnologías, la presión de los etarras encarcelados y de los exiliados que tienen difícil el regreso al caserío y, por supuesto, la acción de las fuerzas armadas, que no bajaron la guardia y pagaron con su vida. Porque al final todo resultó un naufragio y, por tanto, justo es despreciar las locuras del fanatismo insensato de unos y las miras de ambición de otros que dominan y arrastran a los más, bajo el engañoso manto del patriotismo. Esta guerra inútil la han perdido, tarde o temprano así tenía que pasar, pero qué rastro terrible han dejado en tantas familias a las que estas alegrías de la paz de hoy hurgan en la herida de siempre. Un interminable silencio sobre ese último comunicado, tan retorcido como el cerebro de Ternera, hubiera sido más acertado, más sentido y más eficaz para mostrar el desprecio que sentimos muchos españoles por los guerrilleros vascos. Pero eso hoy día es imposible, nadie quiere detenerse a escuchar el silencio y todo el mundo quiere ser el muerto en el entierro. Llega la hora de las metáforas, y el presidente Urkullu proclama que los vascos se han quitado el plomo de las alas y ahora volarán alto. Pues no es así, señor lendakari; los que perdieron padres, hijos, hermanos, compañeros o amigos, esos llevarán por siempre el plomo en las entrañas.

* Periodista