Las ciencias sociales no tienen por objeto anunciar algo ni denunciar situaciones, pero sí tienen como fin el análisis de la situación y diseñar propuestas para solucionar problemas. La denuncia de una situación nace de otras fuentes, entre ellas la de los medios de comunicación.

La función de denuncia es clave para tomar conciencia de un hecho porque ese acontecimiento puede venir generado por comportamientos inmorales de algunas personas o porque algunas realidades del presente pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir, como es la muerte en el marco de esta pandemia. Diariamente los medios de comunicación informan sobre la evolución de la pandemia, sobre las medidas que se están tomando para protegernos contra ella y sobre las consecuencias sociales y económicas en el sector de los servicios de turismo, hostelería, transportes de personas.

En el marco de las ciencias sociales la economía, como ciencia de la acción humana y no como teoría general de la acción humana, pronostica escenarios postpandémicos, efectos nocivos en algunos sectores de actividad, y ritmos de la deseada recuperación. Si la economía es la ciencia de la acción humana en un contexto de escasez de recursos, el análisis económico debería someter a análisis los fines del Gobierno dejando nítidamente claro cuáles son las preferencias de nuestros gobernantes y qué criterios han seleccionado para la decisión restrictiva de movilidad y de cese de algunas actividades, aunque se supone que ese criterio es el de optimización.

Los economistas deberían someter a análisis la acción conjunta de los gobiernos regionales, la coordinación entre sus actuaciones y los criterios seguidos para asignar cargas y beneficios. Deben poner al descubierto la consistencia de esas decisiones de confinamiento, restricción de actividades por franjas horarias, toques de queda, y el objetivo buscado y pedir que lo demuestren. Los epidemiólogos al comparar estas dos olas deben aflorar la relación entre confinamiento y prevención.

En definitiva, que el análisis económico confirme que las decisiones tomadas conducen al óptimo social.

El Gobierno central durante la primera ola tenía un modelo parcial con una metodología restrictiva que demostró su ineficacia y tomó conciencia de esa limitación. Cambió de modelo y anunció el de la cogobernanza. Tras descentralizar las decisiones ejecutivas en las comunidades autónomas el modelo decisión al ampliar los supuestos espaciales y temporales pero pierde claridad y sencillez.

Cada gobierno autónomo tiene sus preferencias que son variables en el tiempo. Dispone de sus propias preferencias, que también varían en el transcurso del tiempo junto a sus motivaciones, como respuesta a las presiones del entorno. Esas motivaciones pueden ser transcendentales y prosociales al intentar frenar las defunciones y las hospitalizaciones. Al mejorar esas señales los gobiernos cambian sus preferencias y sus decisiones.

Todos los gobiernos regionales están inmersos en procesos de aprendizaje, que dependen del flujo de conocimientos y también de sus actitudes para querer aprender; y de ese aprendizaje dependen sus decisiones de adelgazar o endurecer restricciones.

Estos gobiernos pueden aprender de modo positivo o de modo negativo, enfrentados a la paradoja que representa evitar muertes y empobrecer a muchos gremios de actividad, que llaman no esenciales.

Los gobiernos regionales deberían motivar sus decisiones y facilitar el dialogo con otras disciplinas, diferentes a la epidemiología, para humanizar la situación como son la antropología y economía.

Obsérvese que el anuncio de eliminación de restricciones en los próximos días de Navidad, Año Nuevo y Reyes no responde a criterios epidemiológicos sino a criterios antropológicos y económicos, bajo la hipótesis de que el riesgo de aparición de nueva ola tendrá un coste menor que el beneficio y satisfacción, que se generará al relajar el terrible confinamiento temporal en esos festivos días.

* Catedrático emérito Universidad de Córdoba