Ortega Smith se cruza con Almeida y boicotea con otra pancartita la concentración del Ayuntamiento de Madrid, se salta la Cibeles del dolor matriarcal para reivindicar cualquier dolor humano. El riego de obviedades solo ha servido para escuchar reconocer al alcalde lo que nadie le había preguntado: que está contra la ideología de género y el feminismo del 8 de marzo. Existe cierto feminismo, en el 8 de marzo y en todas las demás fechas, que anda últimamente en estampida a lugares sombríos como la abolición de la presunción de inocencia para el hombre, por el mero hecho de ser hombre. Es lo que se colige de afirmar que una mujer siempre dice la verdad. Porque si la mujer siempre dice la verdad, también únicamente por el hecho de serlo, significa que el hombre miente por sistema. O sea, un disparate: porque un hombre puede mentir y una mujer también, como un hombre puede matar y una mujer también, que es lo que dice Vox. Pues claro: bienvenidos al reino de las obviedades. Pero si lo que Ortega Smith iba buscando era sacar a Almeida de su presunta esfera moderada, lo ha conseguido con esa afirmación del alcalde contra el 8 de marzo. Y eso se entiende menos: por muchos excesos que se cometan desde el feminismo, como los hay en cualquier paisaje de nuestro desequilibrio social y nuestro pulso, no se puede negar la reivindicación de igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Porque en esa igualdad aún hay que trabajar y en dos direcciones. Si hay denuncias falsas o mujeres que matan, como vemos con la siniestra Ana Julia Quezada, nada tiene que ver con la necesidad de seguir condenando sin ambages el terrorismo contra la mujer. Las denuncias falsas y los asesinatos cometidos por mujeres no refutan tantos asesinatos continuos, como un pavor endémico. Esta realidad no la transforma ningún pantano retórico. Ningún lenguaje oculta el sufrimiento de los hijos ni resucitará a las mujeres asesinadas. Este oportunismo electoral ha nacido muriendo.

* Escritor