Esta frase es antigua, pero perfectamente válida en cualquier momento. Con ella, la gente se refería a la administración de los recursos familiares cuando eran escasos: «En mi casa, este pan para este queso... y este queso para este pan». Con eso ya sabías que la persona en cuestión no era rica, pero se las apañaba aplicando inteligencia y disciplina en la que no tenían cabida dispendios ni lujos. Lástima que los criterios de aquellas familias de antaño --y de muchas de ahora, principalmente las machacadas por la crisis y el paro--no los sigan a rajatabla las administraciones públicas, que permanentemente se quejan de los escasos recursos con que cuentan pero ni han aprendido, ni aprenden ni aprenderán a ajustarlos al queso y al pan que necesitan los ciudadanos. Porqye hace falta dinero, sí, pero también saber emplearlo con acierto. Siguiendo con el símil, a veces compran el solomillo, pero dejan al niño sin zapatos. Otras, se lo gastan en ropa y no queda ni para pan. Finalmente, en ocasiones tienen el dinero y no lo gastan porque son ineficientes, y hasta dejan aparcadas las facturas, que acaban hundiendo al proveedor o multiplicando el coste que finalmente pagarán los administrados por los intereses. Ya se sabe que lo que es de todos es de todos, pero los administradores públicos no siempre están al tanto. Así que, por ejemplo, la Junta de Andalucía le debe dinero al Ayuntamiento de Córdoba para pagar la dependencia, por un lío de facturación y de trámites cuya explicación no cabe aquí aunque fuese inteligible. Y así que el Ayuntamiento se retrasa una y otra vez en la administración de los fondos que recibe para obras o turismo, venga a pedir prórrogas. Y no pasa nada, pues los políticos y funcionarios responsables de estas cosas tienen pan y queso en sus casas.