Tendemos a creer erróneamente que la globalización es un proceso absolutamente dirigido y diseñado por unas cuantas mentes ávidas de capital, cuando es más cierto que la mundialización, como lo denominan los franceses, es quizás consecuencia más del im-pulso centrífugo de millones de mentes, de vidas individuales e irrepetibles que nacen en un pueblo de Córdoba, por ejemplo, y saltan al mundo con su inmenso capital humano en cuanto hallan la mínima oportunidad.

Este es el caso de Alejandro Gómez Palomo, un niño que en su Posadas natal comenzó jugando a vestir de Yves Saint Laurent o John Galiano su inmensa colección de Barbies, para luego atreverse a cambiar el look de cualquiera que pasara por casa, un atrevimiento que sus padres vieron como señal de que podrían estar ante el germen de un gran diseñador de moda.

Ese impulso natural y el deseo de cumplir sus sueños lo llevan a Londres, una vez cumplido el trámite académico de terminar el bachillerato y pasar la selectividad. Allí, en la cosmopolita capital de Inglaterra, conocida en estos tiempos de nacionalismo y antieuropeísmo como la capital del Remain, Alejandro siguió el recorrido típico de los jóvenes inmigrantes soñadores empezando en un bar poniendo copas, en su caso en un bar pijillo de Knightsbridge, al sur de Hyde Park. Y como de todo se aprende, cando uno lleva los ojos bien abiertos, esa experiencia le sirvió para comprender los gustos por la ropa, el sentido de comprar y llevar moda. Eso le llevó al departamento de costura vintage de los almacenes Liberty; ahí descubrió la diversión del vestir, un juego y un placer que trasciende el sexo en las generaciones más jóvenes y libres. Y ese aprendizaje espontáneo le condujo de vuelta al colegio, al London College of Fashion, donde se matriculó en un curso de diseño de moda masculina.

No es de extrañar que la colección de ropa de su primer desfile llevara por nom-bre Orlando, como el personaje protagonista de la obra de Virginia Wolf, que vive cinco siglos de historia de Inglaterra, entre los siglos XVI y XX, cambiando de sexo por el camino. La ropa de Palomo Spain se define como «sin género», por lo cual se advierte que va dirigida a mujeres y hombres muy atrevidos, para quienes la moda, y la vida, son pura diversión y transgresión. Yo admito que no podría llevar esas cosas: es tarde ya para abandonar mi arco iris de escala de grises.

Un desfile de Palomo Spain es una fiesta de jóvenes maquillados, colores pastel, volantes y trajes de príncipe renacentista. Es el pequeño mundo de Córdoba y posadas mirado desde la lejanía de Londres y Nueva York, como la tradición de la densa y riquísima cultura andaluza y española, contemplada con la mirada sencilla y limpia de un niño desde más allá del siglo XXI.

Aquel primer desfile lo lanzó por el mundo hasta la Semana de la Moda de Moscú, donde treinta jóvenes rusos vestidos con volantes pusieron a prueba la apertura de espíritu de Vladimir Putin. Hasta allí le llegaron propuestas para Los Ángeles y Nue-va York. Y el éxito global. Aunque ya se sabe que el mundo de la moda es efímero, el genio está en sobrevivir creando tendencias sin dormirse sobre ellas. Siempre que fluya energía interior hay vida. Por el momento, los jóvenes están soltando lastre y abriendo paso a esa energía. Esta es la tendencia, por encima de las modas.

A día de hoy, Alejandro tiene su taller en Posadas, con la colaboración de varias costureras del pueblo, produciendo moda para el mundo. Como sugiere el título de su última colección, «un chico pasea por un bosque exótico», vivir, crear, es tan sencillo como expresar lo que te sugiere el mundo; eso sí, para vivir como debe ser, uno debe sentirse y ser absolutamente libre; lo demás solo podrá llegar a literatura.

* Profesor de la UCO