Configurados los gobiernos locales, seguimos con los pactos para la formación de los gobiernos autonómicos y del Gobierno de la nación. En los pactos autonómicos entran en juego intereses regionales que no suelen poner en riesgo los cimientos del Estado, por lo que, al igual que ha ocurrido con los pactos locales, es posible una gran variedad de coaliciones, incluso entre partidos políticos con ideologías muy diferentes. Caso diferente son las negociaciones por el gobierno de la nación, donde pueden plantearse cuestiones que afectan a los pilares del Estado. Es entonces cuando se necesita que los partidos sean conscientes de la importancia que tiene asegurar el buen funcionamiento del sistema político y garantizar la estabilidad que éste requiere. Es lo que se denomina tener «sentido de estado».

Se tiene «sentido de estado», por ejemplo, cuando, en aras de la gobernabilidad, un partido político, consciente de que no tiene capacidad para formar una mayoría alternativa, decide abstenerse en la sesión de investidura para facilitarle al partido con más escaños la formación de gobierno. Eso lo hizo el PSOE en 2016, facilitando la formación de un gobierno del PP presidido por Rajoy. Fue una decisión difícil, que provocó fuertes desgarros internos y la dimisión de su entonces secretario general Pedro Sánchez. Pero, en ese caso, el PSOE, con la abstención de su grupo parlamentario en el Congreso, demostró ser un partido con «sentido de estado» anteponiendo los intereses generales a los particulares (incluso a la propia estrategia de su secretario general) para evitar que se repitieran de nuevo las elecciones.

Esa abstención no le impidió al grupo socialista actuar de primer partido de la oposición y ejercerla de manera constructiva, llegando a acuerdos de Estado con el Gobierno Rajoy, como la aplicación del art. 155 en Cataluña. Tampoco le maniató cuando el PSOE promovió la moción de censura que, utilizando los cauces previstos en la Constitución, derribó hace un año al Gobierno Rajoy tras la sentencia de la Gürtel.

¿Tendrán ahora «sentido de estado» Pablo Casado y Albert Rivera promoviendo que sus respectivos grupos (PP y Cs) se abstengan en una probable investidura de Pedro Sánchez para evitar la formación de un gobierno dependiente del apoyo de los partidos secesionistas? Será entonces, si se produce esa circunstancia, una buena ocasión de comprobarlo.

A la vista de las declaraciones de algunos de los máximos dirigentes de ambos partidos, no parece que eso vaya a ocurrir. Causa perplejidad, por ejemplo, la declaración de Teodoro García Egea, secretario general del PP, cuando hace unos días afirmaba que no solo no facilitarían la investidura de Pedro Sánchez, sino que la «dificultarían». Menor «sentido de estado» no cabe con ese tipo de declaraciones.

Por su parte, la decisión de la comisión ejecutiva de Cs de romper relaciones con Manuel Valls por haber apoyado, sin condiciones, a Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, es también otra muestra de la falta de «sentido de estado» del partido naranja. No se entiende cómo un partido que se dice «constitucionalista» puede preferir que gobierne la capital de Cataluña un independentista como Ernest Maragall, que había anunciado en la campaña electoral que convertiría Barcelona en la punta de lanza del secesionismo.

Con ese precedente no parece que Cs vaya a abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez, salvo que cambien mucho las cosas en las próximas semanas y se produzcan disensiones internas dentro del partido. Da la impresión de que la estrategia de Cs consiste en hacer que Pedro Sánchez sea investido con el apoyo de los secesionistas catalanes y de Bildu para así seguir alimentando el discurso de haber «vendido» España al independentismo.

Es la de Cs una estrategia que no parece guiada por el «sentido de estado» y donde parece imponerse el interés del partido por encima de los intereses generales del país. Porque lo coherente con el discurso fundacional de Cs sería poner por encima de cualquier otra consideración el hecho de que el Gobierno de España no dependa del apoyo de unos partidos como ERC y Bildu cuyo objetivo es romper el orden constitucional. Y para eso, bastaría con abstenerse en la investidura de Sánchez y seguir ejerciendo su oposición parlamentaria.

Ante el incomprensible empecinamiento de Albert Rivera de establecer una especie de cordón sanitario contra Pedro Sánchez, quizá pueda interesarle al PP abstenerse por «sentido de estado», marcando diferencias respecto al partido naranja. Sería la del PP una decisión acorde con la lealtad institucional de que ha hecho gala en otras ocasiones, y una prueba de que es un partido que sabe medir las consecuencias de sus acciones para la gobernabilidad y la estabilidad de España.

Como decía Max Weber, la acción política debe guiarse por la ética de la responsabilidad y las consecuencias. Y es ahí donde radica el verdadero «sentido de estado» de los dirigentes políticos. Pronto veremos si PP y Cs están a la altura o si primarán los intereses de partido.

* Catedrático de Sociología IESA-CSIC